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¿Tienen sexo las fragancias?

¿Tienen sexo las fragancias?
Teresa de la Cierva el

¿Puede un hombre oler a rosas o violetas y una mujer a cuero o tabaco?. Es decir, ¿tienen sexo las fragancias?. La pregunta es para Chandler Burr, el ex crítico de perfume del New York Times y actual curador de arte olfatorio el Museo de Arte y Diseño en Nueva York. “Mi respuesta es un no rotundo”.

Y cuando alguien de la talla de Burr, conocido como el emperador del olor, hace una afirmación como esa, toca escuchar su argumento. “¿No le parecería una idiotez decir que Stravinsky es para hombres y Poulenc para mujeres? Como igual de idiotez sería decir lo contrario. Goya y Sandro Kopp son para todo el mundo, al igual que lo son Calatrava, Koolhaas, Bernini, Wes Anderson, las actuaciones de Tilda Swinton y la música de Steve Reich”.

Su respuesta tiene sentido pero me cuesta imaginarme a mi marido oliendo a peona. Soy de las que crecí pensando que el rosa es de chicas y el azul de chicos. “Hablar de géneros de perfumes no es más que una herramienta de marketing americana, creada en los años 50 y 60. A raíz de que las firmas de moda colonizaron- y comercializaron- el arte del olfato, el público ya no sabe nada de ello. Confunden los olores, que son un arte, con la moda, que al ser un arte decorativa (y no bellas artes), sí tiene género”. Empiezo a entender de qué habla, y la semilla de la duda –y la curiosidad- se cuela en mi.

Pregunto a François Demachy, perfumista creador de Dior y, no sé por qué no me sorprende, es de la misma opinión. “La diferencia entre una fragancia femenina y otra masculina es puramente cultural, y no existe ninguna base científica que indique por qué una tiene que ser una cosa u otra”. Sigo consultando y veo que Christopher Brosius, el perfumista que está detrás de la línea I HatePerfume, tampoco cree en los géneros. “La única cuestión importante es: ¿Te gusta como huele, o no? Así de simple”.

Busco en el pasado y leo que los hombres y mujeres de la Antigua Grecia usaban los mismos perfumes derivados de lilas y rosas; y los hombres durante la época Victoriana llevaban sobre su piel rosa, violeta, lavanda, lila y madreselva. Empiezo a comprender que, efectivamente, la idea que algunas fragancias son masculinas y otras femeninas es un concepto relativamente nuevo.

Según Chandler, el origen de la distinción pudo empezar a fraguarse con Eau de Cologne Original, la primera fragancia moderna que adquiere género, cortesía de Napoleón. Cuenta la historia (¿o es la leyenda?) que el emperador se bañaba en 230 litros al mes de este elixir de licores de uva, aceites cítricos y hierbas,  creado en 1709 por el barbero italiano Gian Maria Farina. Y que animó a sus soldados a que lo utilizaran, creando así, probablemente, la asociación de ese aromacon lo varonil.

Otro precedente sería la denominación de “fougère” a untipo de aroma, definido por una fusión de notas de lavanda, geranio, roble y coumarin. Surge a raíz de Fougère Royale de Houbigant, lanzado en 1882, y ha sido el acorde definitorio en casi todos los perfumes dirigidos a los hombres a lo largo del siglo XX. “La estructura fougère está en casi el 95% de los perfumes de hombre”, dice Kilian Hennessy, heredero de la familia que fabrica el coñac, y creador de By Killian, los conocidos como perfumes embriagadores. “Se considera típicamente masculina porque les recuerda a cosas frescas, limpias, confortantes, como la espuma de afeitar o una barbería. Pero lo que es interesante es que en realidad se trata de un acorde muy florido. Sólo se percibe como masculino porque nos han enseñado que eso es a lo que huele una fragancia masculina”.

¿Igual que nos han enseñado que el olor a rosa debe ser femenino?, cuestiono con el deseo de entender. “Decir que la rosa – no considerada como flor, sino como un material artístico (como lo es la pintura roja o un acorde en La Séptima)- es para mujeres, es lo mismo que pensar que esculpir arcilla o el olor de cuero son para hombres. Una bobada”, insiste Burr. “Satie es tierno, claro, traslúcido como el color del agua. Beethoven es pesado, suntuoso, bombástico. ¿Son respectivamente para mujer y para hombre?”.

Y empiezo a comprender por qué El Principito de Antoine Saint-Exupéry, que se enamoró de una rosa, fue un incomprendido.

 

*Artículo publicado en la revista ABC XTRA de verano (13 de junio 2015)

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