Hoy es, posiblemente, el día del año en el que más personas acuden al cementerio. Es tradición visitar a los difuntos en el Día de Todos los Santos, por eso las lápidas se llenan de flores frescas y el trasiego de personas es continuo en cualquier camposanto de España, por no hablar de los de Hispanoamérica o, más en particular, los de México.
Se calcula que en este día unas 300 mil personas visitan el cementerio de la Almudena, una cifra alta pero que, años ha, rozaba el millón. Los expertos aseguran que el descenso se debe, no tanto a la pérdida de esta tradición, sino a la dispersión poblacional o la cada vez más frecuente incineración de los cuerpos.
El de la Almudena es uno de los cementerios más antiguos de Madrid. Inaugurado oficialmente en 1925, empezó a prestar servicio mucho antes, a finales del siglo XIX. Se creó como respuesta al repentino aumento de la mortalidad que hubo en Madrid durante una epidemia de cólera. Por aquel entonces, los camposantos de la ciudad estaban colapsados y la población estaba desolada ante la alta mortalidad que generaba esta enfermedad, por lo que no hubo más remedio que habilitar un nuevo espacio para dar respuesta a aquella dramática situación. En la actualidad, se ha convertido en el cementerio más grande de Europa occidental, ya que ocupa 120 hectáreas y en su interior hay cinco millones de sepulturas. Los datos de todas ellas se encuentran en sus archivos que aún se conservan intactos, y aunque no se conoce el nombre de todas las personas allí enterradas, se dio sepultura a muchos “desconocidos” ( así consta en las actas), sobre todo durante la Guerra Civil. En la actualidad, este importante archivo, que habla de nuestra propia historia a través de los difuntos, se está digitalizando.
Juguetes, peluches o flores
Es habitual que los lugares centenarios escondan numerosos secretos, más aún, si cabe, cuando se trata de un camposanto, como es el caso. A la hora de observar la historia de este lugar tenemos que fijarnos en la primera inhumación que hubo, exactamente el 15 de julio de 1884. Aquel día se enterró a Pedro Regalado, un niño de solo 14 meses. En su lápida suele haber juguetes, peluches o flores que depositan las personas que conocen su historia. Hay que decir que el cementerio se divide en la parte católica, judía y civil. En esta última la primera inhumación fue la de Maravilla Leal González, una joven que se suicidó ese mismo año, razón por la que tuvo que ser enterrada en el cementerio civil. Ambos conforman las únicas sepulturas perpetuas de todo el cementerio por decreto real. Después de ellos vendrían millones de personas anónimas y otras tantas muy conocidas.
En las lápidas del cementerio de La Almudena están escritos numerosos nombres ilustres, como el de Santiago Ramón y Cajal, Benito Pérez Galdós, Dámaso Alonso, Vicente Aleixandre, Pío Baroja o Arturo Soria entre muchos otros. También hay grandes de la canción como Lola Flores, Estrellita Castro o Enrique Urquijo, y un gran número de políticos del pasado, desde Enrique Tierno Galván al fundador del PSOE, Pablo Iglesias.
Una de las sepulturas que más llama la atención es la de Armando Álvarez González, un vecino que falleció el 20 de marzo de 1851. Cuando perdió la vida, sus perros, dos pekineses, desaparecieron del barrio, nadie los encontraba; los animales estaban junto a la lápida de su dueño, donde permanecieron durante más de dos semanas. Por esa razón, se les hizo una escultura en esa misma tumba. Hay miles de historias como esta, por eso, desde hace algunos años se han puesto de moda las visitas guiadas al camposanto, no solo para ver el sepulcro de los personajes históricos allí enterrados, sino para conocer las innumerables historias y leyendas que esconden los muros de este lugar.
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