España no se entendería sin sus bares, especialmente Madrid. La capital es la ciudad con más bares de todo el país; concretamente hay 7 mil de estos establecimientos para el uso y disfrute de los madrileños y de todas las personas que la visitan. Si nos fijamos en el resto de la región la cifra aumenta exponencialmente, pues estaríamos hablando de más de 30 mil. La pandemia, eso sí, ha supuesto un duro varapalo para los hosteleros, pero las cifras del sector, en general, apuntan ya a una recuperación económica.
Madrid ha hecho de las terrazas parte de su seña de identidad y, por su parte, los “gatos” han convertido el “terrazing” en su estilo de vida, al menos los fines de semana. Pero lo de ir de terraceo es algo relativamente moderno. En realidad, los primeros bares que sacaron sus mesas a la calle fueron los de Francia. Esta costumbre del otro lado de los Pirineos llegó a la península en la segunda mitad del siglo XIX.
Fachadas rojas
Aunque fuera una cuestión extranjera, lo de tomarse algo en las terrazas acabó siendo algo muy español. No hay duda de que el clima mediterráneo es de los mejores del mundo si se trata de pasar tiempo en la calle. Pero, además de las terrazas, hay otro elemento diferenciador de nuestros bares, en concreto de los de Madrid y, más especialmente, de los antiguos: sus fachadas rojas.
En realidad el color no es realmente rojo, es un tono tirando a granate, siendo este matiz importante, y seguramente, lo habrás visto en multitud de bares históricos. Las antiguas tabernas de Madrid están pintadas así en su exterior, no de forma casual. La mayoría de estos establecimientos centenarios coinciden en esta peculiar característica, tal como podemos comprobar en lugares tan emblemáticos como el mítico “Casa Alberto” o el preferido de la realeza, “Los Galayos”. Esto, que quizás hoy se mantenga por una cuestión estética, era algo casi obligado años ha.
Nunca hubo un decreto que exigiera a los hosteleros de antaño a pintar sus negocios de este color tan rojizo, pero era una especie de regla no escrita, sobre todo porque, si querían que la gente se enterase de que ahí había un bar, no tenían otra opción. Para entenderlo hay que tener en cuenta que hasta principios del siglo XX no se produjo una alfabetización en masa de la población española. A finales del siglo XIX la cifra de ciudadanos analfabetos rondaba el 90% por lo que la gente identificaba los negocios por colores.
Hoy en día basta con leer el cartel de un local para saber si es un bar, una peluquería o cualquier otra cosa. Pero en tiempos decimonónicos, cuando una gran parte de la población no sabía leer, esto era imposible. Y esta fue la razón que llevó al sector a pintar de granate sus fachadas… ¿Y por qué ese color? Sencillo, porque recuerda al tono del vino tinto. De esta forma la gente relacionaba que, en los locales pintados así se vendía vino.
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