Cuando se organiza un evento, del tipo que sea, siempre hay que tener todos los flecos bien atados, y todas las contingencias previstas, por muy remotas que sean. Siempre hay que tener un plan “b” y ponerse en lo peor que puede pasar en cada caso para tener una salida preparada.
¿Quién iba a pensar que iba a llover de la manera que lo hizo cuando se casaron Sus Majestades los Reyes? La lluvia es un ejemplo benigno. Hay otros ejemplos mucho más graves, como es cuando se juega con la seguridad y la vida de los asistentes a estos eventos. No hace falta que les recuerde el nulo plan de evacuación de esa maldita fiesta de Halloween en el Madrid Arena.
Hoy les quiero hablar de un ejemplo mucho más reciente, y que afortunadamente se quedó en “lesiones”. Les hablo del accidente de la Transvulcania, cuando una de las pantallas gigantes de televisión se desplomó por el viento y cayó encima de los asistentes. Ésta era la pantalla.
Me ha dado mucha rabia que casi no se haya hablado de este hecho, desde la organización de la carrera no se han pronunciado y en los medios ha salido como “un accidente metereológico”.
Casualidades de la vida, conozco a mucha gente en este mundo, y entre ellas, a una de las corredoras cuya hija sepultó esa pantalla.
Les pongo en antecedentes. El agravante de este hecho es que ese suceso no fue en una “carrerita”, sino que la Transvulcania se celebra desde el año 2009, tiene mucho prestigio internacional a nivel ultramaratón de montaña y desde el 2012 puntúa para el Campeonato del Mundo de Carreras de Montaña. Se corre en las Islas Canarias, e inscribirse cuesta a partir de 50 o 90 euros (según pruebas), o sea que ni es un paseo, ni es barata.
Los de la carrera no son nuevos organizando el evento como para que no hayan pensado en todas las medidas de seguridad.
El jueves, sobre las seis de la tarde se efectuaba la salida del Kilómetro Vertical en el Puerto de Tazacorte. Cuando era la salida, el viento tumbó la instalación metálica que sujetaba la pantalla gigante donde los espectadores iban a poder ver la carrera.
Afortunadamente, no había mucha gente, pero la pantalla cayó encima de un niño de cuatro años (que ha pasado la noche en la UCI y que ha tenido que ser operado de la pierna izquierda), su madre, y la hija de diez años de mi amiga María Camarero Pinto. La niña solo tiene un esguince, múltiples rasguños, arañazos y un susto impresionante en el cuerpo.
María se enteró de los hechos al llegar a la meta, y aquí viene la segunda metedura de pata de la organización: falta de medios, de disponibilidad y de sensibilidad. “yo me encontraba en carrera, al llegar a meta me entero de lo sucedido con la impotencia de no poder bajar ya que una treintena de corredores estuvimos más de una hora esperando a que nos bajaran. Al final me bajaron unos particulares mientras que la organización no puso ni un coche para bajarme ni se ha preocupado de saber el estado de mi hija ni de nada así que para mí acaba aquí Trasvulcania ya que no voy a disputar la prueba que me queda”.
La única opición que le ha quedado a María es denunciar a la organización y negarse a correr la segunda prueba, que hubiera tenido lugar hoy.
Nadie, repito, nadie de la organización de la carrera se ha puesto en contacto con ella, le ha preguntado por la niña o se ha ofrecido aunque fuese a reembolsarle el dinero. Ella, su pareja y su hija siguen en La Palma porque son de Tenerife: han pagado ellos el avión, alojamiento y manutención.
Sí que le ha llamado la concejala de deportes de su isla (las cosas como son, todo hay que valorarlo).
La gente se volcó en levantar la estructura y todo el mundo se temió lo peor durante segundos. Miren las imágenes e imaginen la angustia si hubiese sido su hijo el que estuviese sepultado debajo.
Las pantallas se anclan, que para eso están las previsiones del presupuesto. Aunque queden menos beneficios, señores.
Fotos de La Opinión Tenerife y redes