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Blogs Pienso de que por Rafael Cerro Merinero

Degeneramos

Degeneramos
Rafael Cerro Merinero el

Muchos se preguntan por qué degenera España tan rápidamente: puede que porque está olvidando las reglas muy deprisa también. Para los políticamente correctos, las reglas son corsés que combatir. Para el hombre reflexivo, constituyen un marco de ayuda para la convivencia. Por ejemplo, las normas de educación. Cada vez hay más gente que habla en alto en el cine mientras hoza en sus bandejas de nachos, o que se regocija paseando dentro de su chándal de los domingos. O que se cuela en las colas. Menos niños que les hablan a los abuelos con respeto. Y también menos personas puntuales. La forma de cortesía, el usted frente al tú, está desapareciendo porque no tiene sentido que exista en una sociedad sin cortesía. En Orange impera la mala educación hasta el punto de que hablar de tú a los desconocidos es norma de estilo para los telefonistas. Les pides que te traten de usted, te prometen que lo harán y al minuto dejan de cumplirlo porque no saben hacerlo o porque se les olvida.

Las normas de tráfico van evaporándose en el uso cotidiano. Aunque Tráfico no le preste atención al hecho, lo cierto es que muchos conducen por la izquierda, hasta el punto de que ya son legión los conductores que optan por adelantar por la derecha. En las rotondas no hay desafío a las normas, sino desconocimiento de las mismas: casi nadie sabe quién tiene preferencia para salir. A la hora de hacer algo tan peligroso como tomar demasiado tarde una desviación, todos sabemos que madrileño significa “antes pasar sobre el muro que saltarme mi desvío de la M30”. La norma que rige, pero que nadie, hace cumplir es espera a  la siguiente salida.

Reglas evanescentes. La ortografía se está diluyendo. Esto que tantos ignoran ahora era antes un acervo de reglas básicas imprescindible para obtener un título y un empleo. Para comunicarse. Para convivir. Hoy, los chicos escriben “*llo salgo” y “estoy “*hiendo al dentista”. El hábito de escribir en el teléfono ha generado nuevas faltas garrafales, antes impensables, en pequeños a menudo formados por profesores muy poco aptos. Discúlpenme los que no lo son. Sus alumnos, los españolitos de doce años, pueden describir oralmente su entorno, pero desde luego no tienen la menor idea de cómo hacerlo por escrito.

Un ejército de redactores escribe en Twitter. Lo primero que llama la atención al entrar en ese  mundo es que, también allí, estamos divididos: sólo denunciamos la corrupción del enemigo. Hay una abrumadora cantidad de gente agavillada en torno a causas ideológicas irracionales, a menudo en posiciones extremas. Insultos, hormas intelectuales, cuadrículas de corrección política y gente que rechaza a los nazis pero no a los comunistas. Ignorancia por todas partes, por fortuna junto a muchos tuiteros con un enorme sentido del humor. Lo segundo que observo es una catarata de faltas de ortografía que hace pensar en un país no escolarizado. Si Twitter cerrara las cuentas de los que escriben con errores ortográficos garrafales…no habría Twitter.

Ni periodismo. Varias cuentas rastrean y airean las faltas ortográficas en la prensa y en la política. Particularmente nutritivo me parece seguir a diario la denominada @PatiOrtografico, que ha aireado hoy mismo esta perla de un diario de aquí:

 

 

Hace treinta años, cuando no sabíamos escribir una palabra, la buscábamos en el periódico. Hoy, esta persona cree que tiene que transformar la conjunción copulativa y en e para incrustarla antes de una consonante. Hay periodistas que dicen que una persona es “*más mayor” que otra. Jamas dirían “*más menor”. En el ámbito de nuestra educación debería saltar alguna alarma que fuera más allá de ir sacando y metiendo a Dios de las aulas. Además, los chicos ni siquiera conocen la Biblia. Es una gozada ser ateo y aprender de ella.

 

Más vida en @rafaelcerro

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