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Picoletos y demagogia

Picoletos y demagogia
Rafael Cerro Merinero el

La voz picoleto aparecerá ya en octubre en la vigésima tercera edición del Diccionario de la Academia: “Lo detuvo una pareja de picoletos”, dirá el libro. A los hombres de verde no les gusta el vocablo. El diccionario de uso Clave se refiere a ellos como picos (un apócope) y el María Moliner recoge tricornios (una sinécdoque). Ellos llevan ciento setenta años cobrando poco por jugarse la vida y ahora soportan la presión de periodistas y políticos.

Bajo nuestro mapa explota un mundo que convierte la distopía de Aldous Huxley en un kindergarten y les encomendamos a los tricornios que hagan milagros con él. Deben evitar invasiones cotidianas sin dañar ni los cuerpos hambrientos de los inmigrantes ni las almas sensibles de gentes políticamente correctas como Cayo o como Lara. Supongo que después, al abrir un periódico, les entran ganas de abrir la verja o de limitarse a rogarle al ilegal “no salte, caballero, por favor”.

No lo hacen. Nos defienden de la invasión de España (que, en progre, se dice “el Estado español” o “este país”) mientras intentan no aparecer en el diario políticamente correcto, el de los “ciudadanos de color”. Dos nociones de metalenguaje y antropología. Primera: un negro no es un ciudadano de color. Un negro es un negro. Incluidos esos subsaharianos que considero idénticos a mí salvo por un detalle: en qué lado del gran arenal nos colocó la diosa Fortuna al nacer. El bueno o el malo. Estos negros, que prefieren que les llamen negros (tengo tres amigos de Dakar) porque son negros y no de color, hacen lo que yo haría: intentar burlar a los guardias civiles cada día, violentamente si hace falta. O los tricornios los paran o se nos hunde esta patera que flota de milagro como la balsa de Saramago y que metafóricamente se ha desprendido del continente y su prosperidad. Segunda noción: el periódico de lo políticamente correcto tampoco llama gitanos a los gitanos porque considera que ser gitano es un insulto (quizá porque la cuarta acepción del Diccionario equipara gitano con estafador). Los llama “ciudadanos de etnia gitana”.

 

 

Hace meses llegó a titular “ciudadano de origen romaní”, una sandez gigantesca porque romaní se refiere primeramente a una lengua, el caló, y no a una etnia, la gitana. Cuando estos compañeros decidan segregar a los asturianos titularán “ciudadanos de origen bable”. Es peligroso que la ideología cambie los nombres de las personas. El lenguaje expresa el pensamiento, mas también lo condiciona. En España, dejas el suelo en barbecho, esperas una semana y, por defecto, germinan necios. Lean ese enlace si les parece, como profilaxis: los tontos brotan solos y hay que estar siempre importando tizas para que escriban y peines para hacerles la raya en el medio. Y estos tontos no se quedan quietos: son creativos, que es lo más peligroso según la doctrina del especialista Miguel Platón Carnicero.

Enhorabuena a los tricornios por cumplir con su deber haciendo equilibrios mientras  los periodistas les arrancamos la piel a tiras. No tengo más fuerza que la de mi pluma, pero estoy con ellos. También con los guardias civiles de carretera, que se pelan en moto en invierno: soy motorista desde hace treinta años y cuando me he estrellado, quien me ha desempotrado del guardarraíl ha sido siempre la Guardia Civil. Nunca ha sido Cayo.

A Marta Fernández Tapias, difusora de causas justas.

Más vida en @rafaelcerro

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