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Blogs Pienso de que por Rafael Cerro Merinero

Culpables

Culpables
Rafael Cerro Merinero el

 

                                                                                                                           Cuando apuntas a alguien con el dedo,

                                                                                                                   recuerda que otros tres dedos te señalan a ti.

 

(Proverbio inglés).

 

 

Andalucía terminará deteniendo a sus corruptos en autocares, como hacía Stalin con sus rivales en Moscú. Son muchos. Son corruptos que han matado el futuro de su región: han malversado precisamente el dinero destinado a ponerla en marcha terminando con el paro. Muchos ciudadanos sabían que muchos cursos se cobraban pero no se impartían y casi todos conocían algún prejubilado fraudulento o algún expediente de regulación de empleo aplicado sin que la empresa reuniera los requisitos necesarios. Eso suponiendo que no la hubieran fundado expresamente para que le enviasen el dinero del maná. Andalucía, una comunidad en estado de corrupción permanente y amparada en tres argumentos. Uno es la alusión popular al origen del dinero malversado: “Tonto, si paga Europa…”. El segundo es una frase de la exministra cordobesa Carmen Calvo: “Estamos manejando dinero público y el dinero público no es de nadie”. Carmen dijo también que había sido cocinera “antes que fraila” y era ministra de Cultura. El tercer axioma es: “La corrupción es cosa de otros”. De los malos. En Madrid, el Partido Popular tampoco asume públicamente lo que Su Señoría entiende que es un sistema de funcionamiento basado en cobrar por la adjudicación de obras públicas. Y la teóricamente revolucionaria Podemos funciona al estilo clásico de la política española: Juan Carlos Monedero ataca siempre a los evasores fiscales y dice en Twitter que en política el perdón se conjuga dimitiendo, pero cuando lo trincan a él no declarando sus ingresos…se queda y el partido lo respalda. La ley de la política es “No es lo mismo si lo hemos hecho nosotros”.

Culpa es imputación a alguien de una determinada acción como consecuencia de su conducta. Aquí no es tan sencillo entenderlo porque la culpa se diluye si el sujeto es uno de los nuestros; determinados orígenes del mal acto lo convierten en aceptable. De hecho, el ejemplo que propone la Academia es “tú tienes la culpa de lo sucedido”. Lo que más preocupa a la gente no es que un gestor cualquiera se lleve el dinero de su sudor, sino que lo haga uno enemigo. Si hablas con un socialista de su corrupción, te contesta “Anda, que vosotros…”, te identifica con los del PP y señala a Bárcenas. Si le hablas de éste a alguien del PP, la respuesta es “Anda que vosotros en Andalucía…”. Así que la respuesta es siempre “…y tú  más”. Si no nos importa que nos sodomicen, sino quién lo hace y cuál es su bandera, impedimos cualquier catarsis que pueda cambiar la situación. Nos faltan la honradez, la autocrítica y también la humildad que según Hemingway era el secreto de la sabiduría, pero también del poder.

La falacia “Yo no soy culpable de nada” ha matado a los griegos porque los ha convencido de que los responsables de que ellos gastaran mucho más de lo que ganaban, pagasen poquísimos impuestos y estuvieran tan corruptos no eran ellos, sino algunos extranjeros malvados y voraces. La aserción “La culpa es de los políticos”, una estupidez paralela que la población ha asumido aquí como un dogma porque le provoca alivio, nos ha hecho perder contacto con la realidad. La culpa nunca es nuestra, por mucho que cada día veamos a nuestro alrededor gente que declara menos a Hacienda, profesionales liberales que cobran sin factura o consumidores que no le pagan el IVA al fontanero. José Ortega y Gasset ya señaló en 1921 «la unanimidad con que todas las clases españolas ostentan su repugnancia hacia los políticos» y opinó que parecía que los políticos fueran “los únicos españoles que no cumplen con su deber ni gozan de las cualidades para su menester imprescindibles…” Se preguntó cómo se explicaba “que “España, pueblo de tan perfectos electores, se obstine en no sustituir a esos perversos elegidos”.

La gente tuvo claro que había que ignorar a don José porque su crítica era general y hoy los españoles  lo ignoran; piensan que Ortega es un champú de hierbas.

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