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Blogs Pienso de que por Rafael Cerro Merinero

Corrupción sana

Corrupción sana
Rafael Cerro Merinero el

 

Normalmente imaginamos el agua como algo prístino y cristalino, pero aquí hasta el líquido elemento está corrupto. Casi nadie dimite en España y los pocos corruptos que se animan a largarse lo hacen “para defender su honorabilidad”, como hemos leído en las noticias de hoy. De modo que los golfos que se marchan no lo hacen porque tengan problemas con un defecto, sino porque les hace falta tiempo para gestionar una virtud. Propia, por supuesto. El hombre que más mandó en Cataluña durante décadas fue despojado de la mucha honorabilidad que lo adornaba, una virtud moral, precisamente a causa de la envidia, un pecado capital ajeno. El de millones de españoles que envidiaban a la saga de emprendedores qué él había fundado, a la que empresarialmente le iba muy bien. Por eso, los nacionalistas dicen España ens roba en lugar de Pujol ens roba, aunque sea este señor quien tiene el dinero evaporado o sublimado.

Nosotros siempre alienamos la corrupción: si somos rojos nos molesta más la de la Gürtel y relativizamos la de Andalucía, que solamente nos produce un cierto picor todavía lejano al cabreo. Si somos azules, todo al revés. Por eso, ningún debate sobre el asunto lleva a ninguna parte casi nunca, salvo al “anda, que vosotros…”. Por eso resultó tan emocionante la Nochebuena en algunas familias con gente de los dos colores. Sobre todo, con ese nuevo partido emergente de la pegatina morada adornado con una ideología tan nueva…con siglo y medio de existencia: el marxismo.

Un adagio serbio prohíbe hablar de política o religión en la mesa porque en ella hay cuchillos al alcance de los comensales.

Malditos políticos corruptos. Don José Ortega y Gasset escribió que, si la corrupción era cosa de una elite, podíamos sencillamente sustituir a esa minoría rectora por parte del pueblo eximio del que tan orgullosos estábamos. La gente se cabreó con él y ésa es la razón por la que ninguno de todos esos niños que se saben ciento cuarenta futbolistas con sus fichas tiene la menor idea de quién era el filósofo. El pueblo español, que ahora vota cosas muy pintorescas porque  no sabe quién fue Stalin, ignora también quién fue don Ortega y Gasset. Probablemente, cree que Ortega es un champú de hierbas.

Corruptos son siempre los otros, aunque casi todos escrituremos y cobremos en negro, no le hagamos contrato a la sirvienta o nos empadronemos en casa de la abuela para tener acceso a una beca que entonces le robamos a otro. Aunque obviemos publicar las ofertas de trabajo porque los puestos ya están concedidos. Aunque a casa suban fontaneros que ni siquiera llevan un talonario de facturas consigo. Aunque el psiquiatra, la fisioterapeuta o cualquier otro profesional liberal facturen muchas menos horas de trabajo que las que cobran. El gran prodigio español está en que nadie es responsable de la corrupción, ni cuando la hay por todas partes: mana espontáneamente del ambiente. Como decía, es el milagro de la alienación: si el agua está podrida, seguro que habéis sido vosotros, los rojos o los azules. Los ajenos se corrompen y los propios caminan sobre esas aguas sin mancharlas. El segundo milagro es que existan las papelerías, pues siempre robamos en el trabajo el material de oficina.

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