La tilde o virgulilla es todo un arcano aquí. Una rayita oblicua con semblante de guiño que la madre ortografía y quienes aún siguen sus arbitrios colocan graciosamente encima de algunas vocales. También es el tejadillo que sobrevuela la ñ. Resulta correcto llamarla asimismo acento. Parece ser que no se salpimenta azarosamente sobre el texto, sino que debe recaer exactamente sobre la sílaba en la que reside la acentuación de la palabra. Esto entraña el problema del conocimiento previo de la prosodia (la acentuación y pronunciación) de dicho vocablo. Por ejemplo, hay que estar al tanto de que, cuando se refiere a una minoría selecta o rectora, uno puede escribir élite o elite. O de que las formas gónada y gonada no son intercambiables, sencillamente porque la segunda es incorrecta por mucho que alguien haya esparcido un rumor en contrario. Igual pasó cuando un gracioso difundió la especie de que era ilegal conducir descalzo: todo el mundo se lo creyó.
El grueso de la población está desorientado en torno a la existencia y empleo de la virgulilla, que también llámase así la tilde. Los desconocen por completo diputados, maestros y beneficiarios de las Orgasmus, esas becas europeas que la gente llama así por alguna razón etimológica que se me escapa. Otro día hablaremos de esas letras grandotas que se escriben al comienzo de la frase o de lo nombres propios, o de cierta mota oscura que algunos elegidos sitúan al final de la oración para tomar aire antes de pronunciar la siguiente.
Las complicaciones pueden ser muy variadas. Hay muchas palabras que admiten tres acentuaciones posibles. Quizá podríamos llamarlas tritónicas. Se puede decir acúmulo, acumulo y acumuló. También dómine, domine y dominé. Pero limitémonos a la prosodia más sencilla, la de uso popular. En cada esquina, dentro de un coche con alerón, hay un Ruben que se pronuncia llano. La gente se saluda en el ascensor con un [holá] obscenamente agudo. Los locutores y locutoras de la tele, que son compañeros y compañeras, dicen [ínternacional], con acento en la primera i y no en la a. Claro que para introducir dicha información también dicen “noticias de España y del mundo”, como si el país orbitase fuera del planeta, quizás allende Tritón. Cuando esta aberración aparece en los diarios, su lectura provoca glaucoma a los ciudadanos más sensibles. La pronunciación llana de [mama] y [papa] están en nuestro diccionario oficial, independientemente de qué capa de la población la practique. En su día tuvimos un presidente del Gobierno que se jactaba de pronunciar terminadas en zeta voces como modernidad, seguridad y equidad. Todo un intelectual.
Dedicado a @mollirunner, @patiortografico y @esopmontaraz, cuyo saber fue inspiración para este artículo.
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