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Blogs Pienso de que por Rafael Cerro Merinero

Lujuria juvenil

Lujuria juvenil
Rafael Cerro Merinero el

Escandalizarse ante lo joven es desmemoria de lo que uno fue. No es bueno que los chicos piensen que con su generación empieza todo, pero tienen la excusa de la inexperiencia. Desde luego, malo es que nosotros creamos que la nuestra, al morir, va a rematar el mundo y cerrar la puerta. La tentación de desconfiar del chaval (disculpen que no diga “chavales y chavalas” cada vez como los políticos) es fuerte. El siguiente texto es especial y versa sobre el carácter de los jóvenes:

“Son variables y se hartan con facilidad, son fuertemente concupiscentes, pero sus deseos son agudos pero no prolongados, pues se les pasa la pasión deprisa […] Son apasionados, de cólera  pronta, y se dejan llevar con facilidad por los impulsos. Se dejan llevar por la ira, no soportan ser tenidos en poca consideración […] Se pasan en todo, todo lo hacen exageradamente, lo suyo es por doquier la demasía, pecan por exceso, aman con exceso, odian por exceso, no tienen término medio. […] Se creen que lo saben todo y hacen siempre afirmaciones contundentes”.

No es un alegato cualquiera: lo firma Aristóteles, que en su época ya estaba tan soliviantado con los chicos como siguen muchos de nuestros contemporáneos veinticuatro siglos después.

La mayor estupidez que se les puede decir a los jóvenes es “Sois la generación mejor preparada de la historia”. Es políticamente correcto, es imposible de comprobar, es altamente improbable y…es una llamada a que se tumben en el sofá. Lo mejor para no esforzarse es saberse el mejor.

Relajemos el discurso, relativicemos nuestro cabreo. No tiene sentido que hace pocas décadas adoptásemos molar y bujarrón mosqueando a nuestros mayores y nos escandalicemos ahora de que estos críos utilicen quedada en lugar de cita o convocatoria. O de que en lugar de cabrearse digan rayarse. Especialmente, porque en Iberoamérica rayarse ya se empleaba para significar volverse loco. Menos sensato aún es el mensaje recurrente “Los jóvenes beben”. Los demás, ¿no bebemos? ¿No apreciamos el ludibrio? ¿No pecamos de ira, no somos violentos, no lujuriamos? Seguramente ellos puedan hacer de otro modo esto último, pues la quinta acepción de juventud en el Diccionario habla de “vigor y frescura”. La primera acepción de nuestra definición de juventud es la de “edad que se sitúa entre la infancia y la edad adulta”. Georges Bernanos no se escandalizó: dijo que la fiebre de la juventud mantenía al resto del mundo a la temperatura normal. Óscar Wilde, un sabio que murió con cuarenta y seis recién cumplidos, dijo “no soy tan joven como para saberlo todo”.

Más vida en @rafaelcerro

 

@esopmontaraz me sugiere a través de Twitter que recuerde a la población de cualquier edad su derecho a utilizar sicalíptico, un vocablo que desde niño me fascinó porque me recordaba al fin del mundo sin tener relación con él. La sicalipsis no anuncia el ragnarok o batalla del fin de los tiempos, sino que por el contrario augura una explosión dulce. Significa picardía o malicia sexual, pero los locales chinos de masajes cutres han rebautizado el fenómeno como final feliz.

 

 

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