La conferencia de prensa termina y los periodistas abandonamos la sala charlando. Un compañero le comenta a otro que su hijo y él ven “cuatro o cinco partidos cada sábado” y añade, muy ufano, que el niño conoce las alineaciones de los diez equipos en liza. Pregunto si el pequeño conoce también el nombre de un filósofo y el redactor me contesta que no con expresión de pesadumbre. Para mi sorpresa, nadie intenta lincharme: todos se ponen a discutir si los adultos conocen algún pensador.
El pueblo español reivindica a gritos algo que ya tiene y que luego utiliza poco: la educación gratuita. Las bibliotecas también son gratis y además está Internet. Por eso dice Pérez Reverte que elegir entre ver Salvados o Sálvame solo depende finalmente de nosotros. España, que mira a sus intelectuales con resquemor desde hace muchos siglos o desde siempre, ha apostado deliberadamente por la incultura y por no hacer esfuerzo intelectual jamás. Ni bajo tortura. Antes, correr cuarenta kilómetros. Lo único que sabemos que no queremos saber. Adviertes que los niños solamente hacen ejercicio físico, pero sin leer y siempre te contestan que “el deporte es muy importante”. Esto es un non sequitur, un brillante comentario…que nada tiene que ver con lo planteado. Claro que es magnífico que corran, pero el debate está en si solamente deben hacer eso. Los clubes les dejan claro a los pipiolos que captan que el deporte ocupará casi todo su tiempo hasta que se federen. Después federarse es abrazar una religión con un mandamiento: subordinar al deporte todo lo demás, incluido el tiempo de ocio de toda la familia. Si estos mozos dedicaran a leer la quinta parte del tiempo que emplean cada semana en pegar patadas, tendríamos una nueva y resplandeciente generación de españoles cultos. Hoy hay una masa de jóvenes que no quiere escuchar cuentos por la noche ni lee libros. Que no tiene relación con ningún texto, salvo los rótulos de los concursitos de televisión, llenos de salvajadas escritas por redactores casi ágrafos. Cuando sea adulta, esa masa adocenada exigirá prensa libre y para tenerla estará dispuesta a lo que sea…menos a comprar un diario de información general.
Repito: la de nuestros niños es una vida sin texto. Una generación entera que puede narrar lo que ha visto, pero no sabría escribirlo. No tienen más que revisar algunos mensajes de Whatsapp.
Cualquier buena formación debe ser integral, pero la cultura física no ha completado a la otra: la ha sustituido. Hagan la prueba y pregunten: nueve de cada diez niños tampoco conocen el nombre de ningún economista, médico ni filántropo. De nadie que no pegue patadas ni responda a las entrevistas diciendo “Bueno…”. Pero qué más da que no sepan quien es el padre Ángel si tienen en mente el ejemplo de James. Durante dos mil quinientos años utilizamos las ideas de Sócrates, pero es preferible no perder más tiempo con ellas: dediquemos el tiempo (limitado) que tenemos a escuchar a Piqué. La Administración está eliminando de la educación la filosofía porque la filosofía era precisamente la herramienta que empleábamos para pensar.
Los chicos terminan el entrenamiento (que creen que se llama el *entreno) y siguen embutidos en un chándal. Si sobra tiempo, más fútbol en la consola de videojuegos. Conozco uno de trece años que escribe poemas, pero no se los dirige a las niñas sino al amor de su vida:
Es estupendo que hagan deporte, pero recuerdo la época en que cultura y deporte eran compatibles. Cuando llegué a la radio en 1985, los redactores de deportes eran cultos. Los jóvenes aprendíamos de Ernesto López Feito, Eduardo Torrico, y Andrés Montes. La narración futbolística de Gaspar Rosety estaba escrita en el aire…en un español impecable.
Ahora, hemos decidido voluntariamente ser incultos. Es el suicidio de un pueblo.
@Rafaelcerro
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