Me invitan a asistir como periodista a un evento sobre “house coaching” y pregunto qué significa esto, porque conozco la sandez principal pero no esta nueva modalidad o matiz casero. Quiero saber qué voy a ver: si hay algo nuevo o si por el contrario asisto a una nueva orgía de anglicismos y gente en la onda. Recibo esta deliciosa respuesta escrita por la “marketing manager” de la agencia de prensa:
“¡Qué buena pregunta! Mira, un ‘coach’ es una especie de entrenador que te ayuda a conseguir tus objetivos en la vida, bien sean personales o profesionales. La mayoría de deportistas de élite y directivos lo tienen (sic: verbo en plural). Está muy de moda en EE.UU. Supongo que por eso aún el término aún no se ha traducido en español y se quedará así. En nuestro caso el ‘house coaching’ es una charla con una persona especializada en la materia que nos ayudará a conseguir los objetivos de amueblamiento y bienestar en función de nuestras necesidades, presupuesto y particularidades”.
O sea: un “evento sobre house coaching” significa que vamos a hablar con un vendedor de muebles.
Le pregunto a la ‘manager’ ésta sin tilde cómo podríamos hacer para hablar en español y no llamarle ‘coach’ al entrenador. Traga durante un momento larguísimo lleno de silencio y estulticia y entonces le sugiero llamarle ‘entrenador’ al entrenador, pero tampoco recibo respuesta. Llevo mucho en la comunicación y sé que una agencia de prensa es casi siempre el paraíso del esnobismo, la estupidez y el copia y pega. Tengo una compañera redactora que se queja precisamente en voz alta de que, ahora, las agencias le envían notas en un formato en el que no puede copiar y pegar. En lugar de redactar, que era lo que antaño hacían los redactores.
La palabra ya españolizada esnob, en su día seguramente un esnobismo traducido del inglés ‘snob’, quiere decir según el DRAE “persona que imita con afectación las maneras y opiniones de aquellos a quienes considera distinguidos”. No se trata de importar los anglicismos convertidos en necesarios por la evolución tecnológica o social, sino todos los que puedan hacer más exótico nuestro discurso y conseguir que muchos más lo entiendan menos.
La alusión y recurso de la carta al prestigio de misteriosas élites del deporte es contundente: observen que, cuando su cuñado se pone en manos de un dietista, jamás acude a uno normal de su barrio. Contrata a uno buenísimo que asesora a varios futbolistas del Atleti o que le ha quitado las lorzas a la hermana de Cristiano Ronaldo. Todo lo exótico es mejor que lo patrio, hasta el punto de que acabo de ver en Torrelodones una barbería que se llama ‘barber shop’.
Los anglicismos molan. Eterna es la apelación a la moda, que permite algo maravilloso: actuar sin pensar jamás, solamente siguiendo al rebaño. El egregio es sospechoso. Lo más chic (galicismo) que se puede imitar no es lo francés, sino la moda yanqui, harto más exótica. Por ejemplo, seguro que esta costumbre de acudir en chándal hasta a las recepciones de La Zarzuela empezó en Minesotta.
Einstein pensaba que sólo dos cosas eran infinitas, el Universo y la estupidez humana, y dijo que de lo primero no estaba tan seguro.
@rafaelcerro
Anglicismo