A este paso, y si sigue haciendo tonterÃas y retorciendo, o mejor dicho, sáltandose la Ley, a Pedro Sánchez no le va a quedar más remedio que meter en en su equipaje electoral la urna con los huesos de Franco y llevarla de mitin en mitin por España.
Porque está claro que la familia ya ha dicho claramente que en La Almudena o en ningún otro sitio, y está en su derecho porque, aunque a Sánchez le pese, es la dueña de los restos mortales de su abuelo y el Gobierno no es nadie para decidir dónde se van a depositar.
A lo mejor puede sacarlos, con nocturnidad y alevosÃa, del Valle de los CaÃdos, pero lo va a tener difÃcil para llevarlo a ningún sitio, que no sea su casa o la sede del PSOE en la calle Ferraz.
En el culebrón en que se ha convertido su obsesión por presentar como éxito polÃtico de sus ocho meses de gestión la exhumación de los restos del dictador, todo es posible. El ridÃculo espantoso ya lo ha hecho, anunciando una decisión que no tenÃa contrastada jurÃdicamente y que no era más que un fuego de artificio para mantener entretenida a su parroquia, pura propaganda para enfrentar de nuevo a los españoles.
En su mitin polÃtico del viernes en La Moncloa, y entre las mentiras que dijo, y que ya fueron tema de mi anterior blog, se me olvidó una. Sánchez acusó a la oposición de querer volver al pasado, de mirar atrás, pues no sé yo dónde ha mirado él, al pleistoceno.
En este paÃs no se acordaba de Franco ni pichi, la Transición superó viejos rencores, reconcilió las dos Españas y trajo la democracia. Después llegó Zapatero para volver a escribir la Historia y este Sánchez se fue de explorador a Atapuerca a ver si encontraba algún hueso con el que justificar un éfimero mandato, que ha sido letal para la unidad de España.
Otros temas