El Gobierno de Rodríguez Zapatero acaba de aprobar un recorte de empresas públicas, 29 menos, y de altos cargos, 32 menos, para ahorrarse 16 millones de euros. Hay que felicitar al presidente del Ejecutivo por venir, aunque sea algo tarde, al mundo de la austeridad, a ese al que ha empujado a los españoles por no querer tomar medidas económicas para frenar una crisis, de la que él no es culpable, pero que con su actitud de negarla cientos de veces, sí que ha contribuído a empeorar.
Hay que aplaudir el gesto de Zapatero y, aún más, que haya cumplido el compromiso lanzado en el último debate económico de aprobar a final de abril el Plan de Racionalización de la Administración General del Estado. Nadie se lo puede criticar, pero no es suficiente. Los sindicatos, sobre todo la Csif, ya lo han advertido: que todo este programa de austeridad tendrá sentido sí también se aplica en las Comunidades Autónomas, donde en las miles de empresas públicas, la mayoría no sirven para nada, campan a sus anchas cientos de miles de cargos nombrados a dedo con sueldos astronómicos. Y también en los Ayuntamientos y en las Diputaciones, con una nómina de asesores agarrados a la teta del Estado de la que no se quieren soltar. Y qué decir de las televisiones autonómicas…. Hace un momento, hablando con un líder sindical me lo decía con una claridad meridiana, la misma que tienen miles de españoles asalariados que no tienen más ingresos que los de su trabajo, "estos políticos todavía no han prescindido de la parafernalia que tienen, que es la que de verdad aumenta el gasto".
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