Ahora sà que ha llegado el momento decisivo para el presidente del Gobierno, Mariano Rajoy. Si mañana Su Majestad el Rey comunica al presidente del Congreso, Patxi López, que disuelve el Parlamento, Rajoy se enfrentará a su última oportunidad para volver a ocupar el Palacio de la Moncloa.
Él admitió ayer en Córdoba en un encuentro con los jóvenes del Partido Popular que está “en forma” para afrontar este delicado reto. Y no me extraña que lo diga asà porque si de algo puede presumir Rajoy es de paciencia y capacidad de resistencia.
Mientras su partido se enredaba en los lÃos sucesorios (de lo que hay mucho que hablar), en los enfrentamientos por la corrupción, en las supuestas conspiraciones lideradas por la vicepresidenta Soraya Sáenz de SantamarÃa (de lo que también hay mucho que hablar), él permanecÃa impávido sin alterarse lo más mÃnimo. Hasta sus más estrechos colaboradores no daban crédito a la templanza del lÃder.
Y con esa tranquilidad que le da no haber engañado a nadie porque el “no” de Sánchez a un pacto con el PP lo maniataba de pies y manos y le impedÃa cualquier movimiento, ha dejado a los demás interpretar una obra de teatro que, a la espera de lo que suceda en las últimas veinticuatro horas, se ha demostrado que era un sainete. No era posible pacto alguno que no pasara por él.
El reloj vuelve a ponerse mañana a cero. Ha ganado esta primera etapa y sigue pedaleando. Si hay elecciones, y las vuelve a  ganar, ni Sánchez ni Rivera podrán vetarlo por segunda vez para formar un gobierno. Entonces habrá ganado en todos los frentes: en estrategia polÃtica y en las elecciones. Si pierde, será el final del marianismo.
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