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Pittsburgh, la “zona cero” de la sostenibilidad

José Manuel Nieves el

La segunda etapa de nuestro viaje nos lleva desde Washington a Pittsburgh. Y parece mentira cómo dos ciudades de un mismo país y a apenas unos cientos de kilómetros de distancia pueden ser tan radicalmente diferentes. Las grandes avenidas y las arboledas de la capital dejan paso aquí a una curiosa mezcla entre la vieja ciudad industrial y lo último en edificios “verdes”. Pasamos, en un salto de avión, de la gran política nacional a las acciones locales y concretas, de los grandes planes gubernamentales a largo plazo a la actividad febril de una miriada de organizaciones y entidades volcadas con  el medioambiente que están construyendo, paso a paso, una de las ciudades más limpias y responsables con su entorno de toda Norteamérica.

Los comienzos no pudieron ser peores. Es aquí, en Pittsburgh, donde desde hace ya 150 años se encuentran las mayores acerías y minas de carbón de todo el país. Baste decir que durante la última guerra mundial, de sus fábricas salía la mitad de todo el acero que necesitaba la nación para su gigantesco esfuerzo bélico. En la década de los cincuenta, Pittsburgh era un auténtico infierno para sus habitantes. El aire, irrespirable y saturado de partículas de hollín, le valió el sobrenombre de “la ciudad de las dos camisas diarias”. El agua de sus dos principales ríos alternaba el gris ceniza con el marrón chocolate. Y la tierra, yerma y desarbolada, tenía tantos productos químicos que nada podía crecer en ella.

Los años ochenta, con el desmantelamiento de una buena parte de su tejido industrial, dejaron a la ciudad sin su principal fuente de riqueza y con sus recursos naturales bajo mínimos. Fue entonces cuando las cosas comenzaron a cambiar. Hoy, las antiguas sedes industriales han sido reconvertidas en oficinas, viviendas y comercios. Junto a las antiguas construcciones de ladrillo rojo y renegrido por décadas de contaminación, surgen los más modernos edificios, dotados con las últimas tecnologías para la conservación ambiental, desde sistemas de limitación de consumo energético a materiales de construcción biodegradables.

Nos explica en parte este cambio radical Matthew Mehalik, director de “Pittsburgh sostenible“, una organización que desde hace ya diez años está contribuyendo, con sus informes y recomendaciones a las autoridades locales, al cambio en toda la región. “Cien años de industria pesada -asegura Mehalik- son una carga difícil de ignorar. Así que tenemos que asumirlo y acelerar los procesos de sostenibilidad a partir de lo que ya tenemos”.

“En cuanto al urbanismo, nuestra estrategia pasa por conservar los edificios que hay y remodelarlos, en lugar de derribarlos y hacer otros nuevos”. Una remodelación, por supuesto, que debe realizarse según los criterios de sostenibilidad más exigentes. Algo que se aplica a rajatabla también a todos los inmuebles de nueva construccion. “Hoy -afirma Mehalik con orgullo- estamos entre las diez ciudades más limpias del mundo”.

Las actividades de la organización son muy variadas. Colaboran con la Administración (central y local) para definir las mejores estrategias, con las empresas para que implanten tecnologías más eficientes, con Museos y Universidades para que colaboren en la formación de las personas y hasta con las comunidades vecinales para que todo el mundo, cada uno en su medida, colabore en el proyecto común.

“Cuando las empresas conocen nuestros programas se interesan de inmediato, especialmente cuando les explicamos que pueden ganar más dinero si lo hacen. Algunas de las mayores de la región, como Westinghouse o Heinz (en Pittsburgh se inventó el ketchup) ya están convencidas y colaboran activamente con nosotros. Tenemos muchos programas diferentes, por ejemplo con las compañías eléctricas, para conseguir una reducción de consumo del 3% para 2011 y del 5% para 2015”.

Para el director de “Pittsburgh sostenible”, “todo ha cambiado durante los últimos años. Pasamos de tener el que quizá fuera uno de los peores aires del mundo a uno de los más limpios. Y conseguimos tener aire puro, y limpiar el agua y la tierra. No ha sido fácil, y aún queda mucho por hacer, pero estamos en el buen camino”.

Entre lo que “queda por hacer” destaca, por ejemplo, un plan de mil millones de dólares para modernizar los métodos de extracción de carbón por otros mucho menos contaminantes, algo a lo que se resisten un buen número de compañías. “Las grandes empresas de por aquí no apoyan la nueva legislación propuesta por Obama -explica Mehalik- pero tampoco se oponen activamente a ella. Por aquí, lo que se prefiere es aplicar las tecnologías de secuestro del carbono, y hay grandes planes para demostrar que es la mejor solución, entre ellos la construcción de grandes depósitos subterránheos que almacenarían todo los excedentes de la región, que llegarían hasta aquí por medio de tuberías”.

Para Mehalik, Pittsburgh es “la zona cero de la sostenibilidad, porque aquí teníamos toda clase de problemas ambientales y hoy tenemos y desarrollamos las mejores tecnologías para depurar el aire, el agua, para extraer el carbón de forma limpia, para construir edificios… Puede que no nos movamos todo lo deprisa que nos gustaría, pero tampoco retrocedemos ni un solo paso”

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