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Tras el impacto del asteroide que mató a los dinosaurios, un tsunami global causó olas de 1,5 km de altura

La primera simulación global del tsunami de Chicxulub revela que fue 30.000 veces más destructivo que el de Indonesia de 2004

Tras el impacto del asteroide que mató a los dinosaurios, un tsunami global causó olas de 1,5 km de altura
José Manuel Nieves el
Resulta difícil imaginar algo aún peor que el asteroide de entre 12 y 18 km que hace 66 millones de años acabó con el reinado de los dinosaurios y, de paso, también con el 75% de todos los seres vivos del planeta. Pero un equipo de investigadores de la Universidad de Michigan ha descubierto que los pocos supervivientes de aquél tremendo impacto tuvieron que lidiar después con otra catástrofe global: un monstruoso tsunami que generó olas de más de 1,5 km de altura, con efectos devastadores que se hicieron notar en toda la Tierra. Los resultados de este impactante estudio acaban de publicarse en AGU Advances.
Se ha estimado que el impacto de la gigantesca roca, que golpeó lo que hoy es la península de Yucatán a más de 40.000 km/h, liberó una energía de 100 teratones, es decir, dos millones de veces más que la tristemente conocida ‘bomba del Zar’, de 50 megatones y que es, por ahora, el mayor explosivo creado y probado por el hombre. Baste decir que la detonación de aquella bomba soviética, el 30 de octubre de 1961, fue unas 3.300 veces más poderosa que la de la de Hiroshima.
Hoy sabemos ya mucho del meteorito de hace 66 millones de años y de la extinción masiva que provocó su caída. Durante las últimas décadas, en efecto, se han llevado a cabo cientos de estudios y simulaciones de aquél impacto catastrófico, pero muy pocos sobre el tsunami que vino justo después. El nuevo estudio, capitaneado por Molly Range, es la primera simulación global del tsunami de Chicxulub, y para llevarla a cabo los investigadores tuvieron que revisar los registros geológicos de más de 100 lugares de todo el mundo. Solo así pudieron encontrar evidencia para respaldar las predicciones de sus modelos sobre la trayectoria y la potencia del tsunami.
“Este tsunami -explica Range- fue lo suficientemente fuerte como para perturbar y erosionar los sedimentos en las cuencas oceánicas al otro lado del planeta, dejando un vacío en los registros sedimentarios o un revoltijo de sedimentos más antiguos”.
El violento fin del Cretácico
Los registros geológicos examinados por los científicos corresponden a los sedimentos marinos depositados justo antes y después del impacto del asteroide y la subsiguiente extinción masiva de especies que marcó la frontera entre los periodos Cretácico y Paleógeno. Los cálculos de los autores indican que la energía inicial de aquél tsunami fue hasta 30.000 veces mayor que la liberada por el del Océano Índico en diciembre de 2004, que mató a más de 230.000 personas y es uno de los tsunamis más grandes de la historia moderna.
Las simulaciones muestran claramente que las gigantescas olas causadas por el impacto del asteroide se abrieron camino principalmente hacia el este y el noreste, en dirección al Atlántico Norte, y hacia el suroeste, a través de la ‘Vía Marítima Centroamericana’ (que en aquella época separaba las dos Américas) hacia el Pacífico Sur. En esas cuencas y en algunas áreas adyacentes, las velocidades de las corrientes submarinas probablemente superaron los 20 centímetros por segundo, una velocidad que es lo suficientemente fuerte como para erosionar los sedimentos de grano fino en el lecho marino.

En contraste, la simulación indica que el Atlántico Sur, el Pacífico Norte, el Océano Índico y la región que hoy es el Mediterráneo estuvieron en gran medida protegidos de los efectos más fuertes del tsunami.

Estrategia en dos etapas
Para  poner a punto sus modelos, Range y sus colegas utilizaron una estrategia en dos etapas. Primero, un gran programa de computadora llamado ‘hidrocódigo’ simuló los caóticos primeros 10 minutos del evento, un lapso de tiempo que incluye el impacto, la formación del cráter y el inicio del tsunami. Esa parte del trabajo fue realizada por el coautor del estudio Brandon Johnson, de la Universidad de Purdue.
Para ello, los investigadores modelaron un asteroide de 14 kilómetros de diámetro, moviéndose a 12 kilómetros por segundo (más de 43.000 km/h). La roca golpeó una corteza granítica cubierta por sedimentos gruesos y aguas oceánicas poco profundas, abriendo un cráter de aproximadamente 100 kilómetros de diámetro y expulsando densas nubes de hollín y polvo a la atmósfera.

Dos minutos y medio después del impacto, una densa cortina de material expulsado empujó una pared de agua hacia afuera, formando brevemente una ola de 4,5 kilómetros de altura que se calmó cuando la eyección volvió a caer a tierra.

Diez minutos después de la colisión y a 220 kilómetros de distancia, una ola de tsunami de 1,5 kilómetros de altura, en forma de anillo y que se propagaba hacia el exterior del punto de impacto, comenzó a barrer el océano en todas direcciones.

Los resultados de la simulación de estos primeros 10 minutos se ingresaron después en dos modelos diferentes de propagación de tsunamis, MOM6 y MOST, ampliamente utilizados para rastrear olas gigantes a través del océano. MOM6 se usa para modelar tsunamis que se desplazan a través de los océanos profundos, mientras que el segundo modelo, MOST, es utilizado por la NOAA (Administración Nacional Oceánica y Atmosférica de EE. UU.) para pronosticar tsunamis. Los resultados de MOM6 y MOST fueron sorprendentemente similares. “Lo más importante aquí es que dos modelos globales con formulaciones diferentes dieron resultados casi idénticos”, asegura el paleoceanógrafo Ted Moore,  coautor de la investigación.
Según el modelo, una hora después del impacto el tsunami ya se había extendido fuera del Golfo de México, hacia el Atlántico Norte.
A las cuatro horas, las olas atravesaron también la vía marítima centroamericana hacia el Pacífico. A las veinticuatro horas, las olas ya habían cruzado la mayor parte del Pacífico desde el este y del Atlántico desde el oeste, entrando en el Océano Índico por ambos lados. 48 horas después del impacto, enormes olas de tsunami llegaban a la mayoría de las costas del mundo.
Los investigadores calcularon también que que las alturas de las olas en mar abierto en el Golfo de México superaron los 100 metros, y que atravesaron los océanos del planeta visibles como olas de más de 10 metros que, al acercarse a las costas, con aguas poco profundas, ‘aumentaron drásticamente’ de tamaño. Según escriben los autores del estudio, “cualquier tsunami históricamente documentado palidece en comparación con tal impacto global”.
El paso siguiente será terminar un nuevo estudio, que los mismos investigadores ya han empezado, para determinar con exactitud, cuál fue el alcance de las inundaciones costeras que el tsunami causó en todo el mundo.

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