La rápida propagación de la pandemia de Covid-19 se debe, en parte, a la elevada densidad de población de las grandes ciudades, donde las aceras abarrotadas, los grandes edificios y el transporte público facilitan la transmisión del virus y obligan, para evitarla, a adoptar restricciones y medidas tan drásticas como el confinamiento domiciliario. En las zonas rurales, sin embargo, la situación no es tan acuciante, ya que el espacio disponible para cada persona es mucho mayor.
Por simple lógica, vivir en zonas menos pobladas durante una pandemia resulta más seguro que hacerlo en las grandes urbes. Pero los alcaldes de los pueblos y ciudades pequeñas, que también quieren mantener a la gente segura, ven con recelo la migración de los habitantes de las grandes urbes al medio rural. Durante los meses de pandemia, por lo tanto, ha prevalecido el cierre de fronteras nacionales y la limitación de movilidad entre distintas regiones y provincias. ¿Pero hasta qué punto son efectivas esas medidas?
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Ciencia