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Recuperar la ayuda al desarrollo, asignatura pendiente

Recuperar la ayuda al desarrollo, asignatura pendiente
Luis Ayllón el

En dos ocasiones, en las últimas semanas, José Manuel García-Margallo ha reconocido que la ayuda española al desarrollo no puede caer ya más y que uno de los objetivos inmediatos de la política exterior española debe ser recuperar el nivel que tuvo antes de la crisis.

El ministro de Asuntos Exteriores ha hecho esa afirmación al presentar, primero en su Ministerio, y después ante los periodistas, tras la llevar al Consejo de Ministros, un informe sobre la ejecución de la Estrategia de Acción Exterior durante 2015.

La ayuda al desarrollo es uno de esos elementos que los analistas incluyen en la llamada dimensión “blanda” de la política de un país frente a otras dimensiones que evocan la dureza, como son la militar o la económica. Pero se trata de un elemento importante, como hace tiempo descubrieron los países nórdicos, que son de los pocos que han hecho realidad el tan cacareado objetivo de dedicar el 0,7 por ciento del PIB a la ayuda al desarrollo.

España está aún muy lejos de esa cifra, aunque el ministro García-Margallo afirme también que, a pesar del recorte acumulado de casi un 70 por ciento en la ayuda al desarrollo desde 2010, afirme que el objetivo del 0.7 por ciento se mantiene. Mucho tendrían que cambiar la cosas si se tiene en cuenta que el año pasado el porcentaje dedicado por España fue del 0,13 por ciento, lo que nos sitúa en el puesto 24 de los 28 Estados miembros de la OCDE.

El Gobierno de Mariano Rajoy consideró que la crisis económica no le dejaba otra opción que reducir radicalmente la cooperación internacional y concentrarse en un número limitado de países.

Ahora el ministro apuesta claramente por volver a aumentar la ayuda a los países más pobres y de renta media porque cree que es una cuestión de decencia moral, pero también porque ve difícil llevar a cabo un auténtica política exterior si una ayuda importante al desarrollo. Si España quiere tener influencia en el mundo no puede olvidar esta dimensión “blanda”.

Así, la aportación española, por ejemplo, resulta vital en un continente como es el africano, donde hoy se juega claramente la estabilidad mundial, con unos países golpeados o amenazados por el terrorismo yihadista -a veces casi alas puertas de España- y con otros donde los jóvenes se ven obligados a emigrar para buscar una vida mejor. Uno de los escasos aciertos de la política exterior del Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero fue el poner en marcha los acuerdos de cooperación con los países en los que se originaba esa inmigración para frenar esas salidas.

Afortunadamente, el Gobierno de Rajoy no dio marcha atrás a esa iniciativa, pero los medios dedicados han sido escasos y cada vez se hace más necesario un aumento de la ayuda.

Como otros asuntos en los que se requiere una política de Estado, la cooperación al desarrollo debería ser objeto de consenso entre las principales formaciones y no un arma arrojadiza entre ellas ni un campo abonado para el sectarismo y el amiguismo a la hora de buscar quienes lleven a cabo los proyectos de ayuda.

Cooperación
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