Cuando Alfonso Dastis llegó al Ministerio de Asuntos Exteriores a finales de 2016, su oculto deseo era no tener que dedicarle tanto tiempo como su predecesor, José Manuel García-Margallo, al dossier catalán. Para su desgracia, la crisis en Cataluña no sólo se ha avivado, sino que, además, ha adquirido una deriva internacional preocupante.
El Gobierno de Mariano Rajoy se empleó a fondo para convencer a los Gobiernos amigos y menos amigos de que no podían dar la más mínima esperanza a los independentistas de que sus pretensiones llegarían a convertirse en realidad. Y ciertamente, los resultados en ese sentido han sido buenos. Ningún país serio ha dado su apoyo a los secesionistas, entre otras razones, porque nadie quiere tener problemas similares en su casa. Ni siquiera Rusia, a pesar de que haya fundadas sospechas de que desde su territorio han partido algunas de las inquietantes “fake news” sobre Cataluña.
Pero una cosa son los Gobiernos y otra la opinión pública de los distintos países y ahí es donde la política de comunicación del Ejecutivo de Mariano Rajoy ha hecho aguas. Los independentistas catalanes han ganado por goleada. Posiblemente favorecidos porque siempre es más fácil inventar agravios que contar la realidad, pero, sobre todo, porque han contado con una planificada estrategia de acercamiento a los periodistas y a los medios de comunicación extranjeros, que Moncloa no ha sabido detectar ni ha sido capaz de contrarrestar.
Los intentos de reunir a los corresponsales extranjeros para contarles la realidad de lo que sucede en Cataluña han sido insuficientes y tardíos, además de ineficaces, porque la información debería haberles llegado uno a uno. Recuperar el terreno perdido es algo muy costoso, cuando campan por Europa algunos de los protagonistas del intento de golpe de Estado contra la democracia española como si se tratara de perseguidos por sus ideas políticas.
Hay una cierta tendencia a culpar de esa falta de actividad al Ministerio de Asuntos Exteriores, que no parece justa, porque para eso hay una Secretaría de Estado de Comunicación, dependiente de la presidencia del Gobierno, que debe diseñar las estrategias en este campo, desde el conocimiento de las personas más influyentes en cada país de nuestro entorno, al manejo de las redes sociales.
Obviamente, a Exteriores le corresponde poner en marcha actuaciones que contrarresten las maniobras independentistas en el extranjero. Especialmente, actuando desde las Embajadas, cuyos titulares han de estar muy presentes en los medios de comunicación y en las sociedades civiles de los países en los que representan a España. Algunos embajadores lo han hecho y lo hacen y tal vez debieran de contar con más autonomía para sus maniobras. Por ejemplo, este jueves, el embajador español en Israel, Manuel Gómez-Acebo interviene en un foro en la Universidad de Tel Aviv, sobre el desafío independentista catalán.
El propio ministro, que acaba de estar en Berna, reuniéndose con su colega suizo, Ignazio Cassis (en la imagen), para hablar entre otras cosas de la situación de las dos independentistas refugiadas en ese país –Marta Rovira, de ERC, y Anna Gabriel, de la CUP-, lleva una temporada tratando de explicar en medios de comunicación la posición del Gobierno. La última entrevista la ha publicado el influyente diario alemán “Handelsblatt”.
Muy a su pesar y como tal vez temía, Dastis se ve obligado a dedicar parte de su tiempo a hablar de la crisis catalana en lugar de a exponer la posición española sobre distintos asuntos de ámbito internacional, como le correspondería por su cartera y como sería útil para España. Y no deja de haber, según me cuentan, alguna que otra queja en su entorno, por lo que consideran falta de iniciativa de otros Departamentos que deberían estar también concernidos por el problema.
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