Las selecciones de Portugal y España se enfrentarán en junio dentro de uno de los grupos del Mundial de Fútbol de Rusia. Son los dos grandes favoritos para pasar a la siguiente fase, con un fútbol muy por encima de los otros dos integrantes: Marruecos e Irán. Pero, en cualquier caso, si uno llegará a ganar el Mundial el otro no lo haría. Esta exclusión que impone la competición futbolística no debe trasladarse al terreno de lo político o lo económico.
La reciente visita de Estado a España del presidente portugués, Marcelo Rebelo de Sousa, ha dejado un mensaje claro: los dos países pueden lograr mucho más trabajando juntos en Europa y en otras partes del mundo que haciéndolo por separado. Durante mucho tiempo, España y Portugal vivieron de espaldas o mirándose de reojo y con desconfianza. El hecho de que la adhesión a la Unión Europea se produjera a la vez fue importante, pero pasaron unos cuantos años hasta que los dos países decidieron intentar colaborar, entre otras cosas, a la hora de lograr los fondos estructurales y de cohesión comunitarios que tan útiles han sido para el desarrollo de la Península Ibérica.
La crisis económica azotó fuertemente a España y Portugal y ambos, por caminos diferentes y con gobiernos de distintos signo, pero siempre introduciendo reformas estructurales, han conseguido unos resultados positivos, elogiados en Europa. Portugal, además, parece estar de moda. Y no sólo porque su selección de fútbol con Cristiano Ronaldo al frente, se proclamara Campeona de Europa o porque Salvador Sobral, se alzara con el triunfo en Eurovisión. Además, un portugués, Antonio Guterres, es hoy el secretario general de Naciones Unidas, y otro, Mario Centeno, preside el Eurogrupo, después de que durante diez años, José Manuel Durao Barroso, estuviera al frente de la Comisión Europea.
Se puede argumentar que el tamaño y el peso de Portugal le hace ideal para convertir a sus candidatos en figuras de consenso, sin levantar recelos en los grandes, y que, años atrás, España vivió también esa situación y logró puestos importantes en organismos internacionales, como el de Javier Solana, en la Secretaria General de la OTAN o varios presidentes del parlamento Europeo, pero lo cierto es que los portugueses se encuentran en uno de sus momentos de mayor visibilidad internacional.
En cualquier caso, como dijo Rebelo durante su estancia en España, Madrid y Lisboa tienen que trabajar juntos, por encima de incomprensiones, suspicacias o diferencias, para lograr una Europa que pueda hacer frente a los populismos, para contribuir con ideas al futuro de la construcción europea.
Los dos países que ya pusieron en marcha un Mercado Ibérico de la Electricidad, quieren hacer lo mismo con el gas, para convertir la península en punto clave de suministro a Europa, hoy dependiente en exceso del gas ruso. El asunto puede quedar cerrado en la Cumbre bilateral que los dos Gobierno celebrarán en el segundo semestre del año. España cuenta con capacidad para exportar a Europa el gas procedente de Argelia y de otra quincena de países, pero no tiene suficientes infraestructuras de interconexión.
La cuestión de las interconexiones, tanto energéticas como de infraestructuras, es, sin duda, una de las más importante para España y Portugal y estará también sobre la mesa en esa cumbre y en la que han de mantener en Lisboa este mismo año los dos países, junto con Francia y la Comisión Europea. La recuperación del proyecto de AVE Madrid-Lisboa, paralizado en 2012 por Portugal como consecuencia de la crisis está en la mente de los gobernantes españoles y portugueses y también en la Comisión europea.
España y Portugal están pues destinados a entenderse mucho más de lo que lo han hecho hasta ahora y como al parecer lo están haciendo a nivel transfronterizo las comunidades y municipios de Galicia, Castilla y León, Extremadura y Andalucía con sus contrapartes portuguesas.
La visita de Rebelo de Sousa debe marcar un punto de inflexión en las relaciones bilaterales y con la Unión Europea.
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