El hasta hace poco embajador de Cuba en Madrid, Alejandro González Galiano, que hoy ocupa un puesto de viceministro en La Habana, ironizaba poco antes de dejar España sobre las demandas de Esperanza Aguirre con respecto a la isla y al “caso Carromero”. “Mas bien parece fuego amigo”, comentaba, visiblemente satisfecho de que en el seno del Gobierno y del PP se haya abierto una brecha sobre cómo afrontar las relaciones de España con Cuba.
Un artículo publicado hace unos días en ABC por el ex diputado Guillermo Gortazar, presidente de la Fundación Hispano-Cubana, no hace más que confirmar esa división. Un sector del partido reclama al Gobierno una mayor firmeza hacia el régimen castrista y le recuerda las críticas que en su momento se lanzaron contra la política de acercamiento a los Castro desarrollada por José Luis Rodríguez Zapatero y Miguel Ángel Moratinos.
Esta claro que el ministro de Asuntos Exteriores, José Manuel García-Margallo, ha optado por la vía de la conciliación. Posiblemente lo ha hecho influenciado por la realidad de que esa política le ha servido para que las autoridades cubanas permitieran el regreso a España de dos españoles –el periodista Sebastián Martínez Ferrater y el dirigente de Nuevas Generaciones del PP Ángel Carromero- que, de lo contrario, podrían estar hoy todavía rumiando su pena en las nada confortables cárceles castristas.
Asegura el ministro que no ha habido ninguna contraprestación política, pero un régimen como el de los Castro no da nada por nada. Como mínimo, esperan de España que, en el seno de la Unión Europea, haga valer el peso que tiene cuando se trata de Iberoamérica, y facilite un Acuerdo de Asociación con los Veintiocho. El mantenimiento nominal de la Posición Común Europea que buscaba favorecer en Cuba los progresos democráticos no es algo que inquiete a La Habana.
Los contactos con el Gobierno de Raúl Castro están en marcha. Hace pocas semanas, casi de incógnito, estuvo en la isla el director general para Iberoamérica, Pablo Gómez Olea, y fechas más tarde lo hizo, la directora general de Relaciones Culturales, Itziar Taboada, con motivo de la celebración del festival, Ellas Crean, organizado en Cuba por la Agencia de Cooperación Internacional y Desarrollo. Y estos días, el propio Margallo tiene oportunidad de ver a su colega cubano, Bruno Rodríguez, durante al Cumbre Iberoamericana de Panamá.
Mantener contactos con las autoridades de otro país no sólo es perfectamente legítimo, sino conveniente, pero no sería bueno olvidarse de los principios que una vez se defendieron. Y, sobre todo, no dejar en el camino a quienes luchan por una Cuba más libre y en la que se respeten los Derechos Humanos.
Y algo de olvido sí se puede apreciar en el trato a la familia de Oswaldo Payá, mas allá de que sea de agradecer la agilidad en la concesión de la nacionalidad española a la esposa del disidente fallecido, Ofelia Acevedo, y a dos de sus hijos.
Puede que, desde el punto de vista legal, tenga pocas posibilidades o ninguna de prosperar la pretensión de poner en marcha en España una investigación que permita un nuevo juicio sobre el accidente en el que murieron Oswaldo Payá y Harold Cepero. Sin embargo, en el capítulo de los afectos, hay una evidente carencia en el trato dispensado por el Gobierno a los allegados de una persona a la que, algunos de los dirigentes del PP tuvieron oportunidad de tratar en La Habana y comprobar su categoría humana y su decidida defensa de las libertades.
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