Hace tiempo que el Gobierno español decidió colocar a Colombia como una prioridad de su política exterior en América Latina. Estos días ha vuelto a comprobarse, con la presencia en España de Ángela Holguín, la canciller colombina, y con la atención prestada a Humberto de la Calle, jefe de la delegación del Ejecutivo colombiana en el proceso de paz con la guerrilla de las FARC, que se desarrolla en La Habana.
Pero lo cierto es que el Gobierno de Mariano Rajoy no ha cesado de apoyar a Colombia en sus iniciativas, tanto favoreciendo el acuerdo comercial de ese país y de Perú con la Unión Europea, como siendo el principal valedor para que Bruselas acepte poner fin a la petición de visado para los viajeros de ambos países que quieran entrar en territorio comunitario. Además, España hizo una apuesta clara por la Alianza del Pacífico, integrándose como observador en la iniciativa que reúne a Colombia y Perú con México y Chile.
No es de extrañar que el recientemente reelegido presidente Juan Manuel Santos haya decidido comenzar el 3 de noviembre por España una gira por las principales capitales europeas –París, Berlín, Londres, Lisboa y la comunitaria de Bruselas- para recabar apoyos al proceso de paz y sobre todo a la puesta en marcha de los acuerdos que se puedan alcanzar.
Colombia confía en España y así lo expresaron hoy tanto Ángela Holguín como Humberto de la Calle, quien ha mantenido numerosos contactos en Madrid, con directores de medios informativos, dirigentes gubernamentales y responsables de “think-tanks” como el Real Instituto Elcano, además de participar en un concurrido desayuno del Foro Nueva Economía. Felipe González, que presentó en ese desayuno a De la Calle dijo que nunca se ha estado tan cerca de lograr la paz en un conflicto que dura ya medio siglo y ha dejado muchas heridas en Colombia.
El jefe de los negociadores recuerda que un triunfo en el proceso de paz sería un triunfo no sólo para Colombia, sino para toda América Latina. Puede que el proceso haya llegado ya a un punto irreversible y, aunque todavía queda un largo camino por recorrer y un difícil periodo para implementar los acuerdos que se alcancen, en materias tan delicadas como la agrícola, las drogas o las víctimas de conflicto.
Pero, en cualquier caso, el momento para tratar de lograr objetivos con el uso de las armas ya ha tocado a su fin en América Latina. La Colombia de hoy no es la misma de hace 50 años, ni siquiera de cuando se produjeron anteriores intentos hasta finales del pasado siglo. Colombia ha pasado de crecer a un 2,9 pro ciento a hacerlo al 4,3 por ciento; de tener una renta pér capita de 2.375 dólares a otra de 8.200; de contar con unas reservas de 9.000 millones de dólares a otras de 43.000 millones de bajar de un 55 por ciento de pobreza a un 30 por ciento y permitiendo que unos 11 millones colombianos puedan ser considerados ya clase media.
La apuesta española por Colombia, el decidido respaldo al proceso de paz y el ofrecimiento para impulsar la consecución de fondos europeos que permitan implementar los acuerdos, es una opción acertada y algo que exigen tanto los vínculos históricos y culturales con ese país, como las relaciones económicas y comerciales bilaterales.
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