La Alianza de Civilizaciones, como todo el mundo sabe, fue el gran proyecto en política internacional de José Luis Rodríguez Zapatero. Nada menos que de la mano de Recep Tayip Erdogan, el presidente turco, cuyas actuaciones siempre han sido bastante cuestionables, y con el nada despreciable apoyo crematístico de Qatar, un país también hoy sometido a observación.
Los socios no parecían los más adecuados, pero Rodríguez Zapatero consiguió que Naciones Unidas y su jefe de entonces, Kofi Annan, tan dispuestos a este tipo de iniciativas algo líquidas y bienintencionadas, le dieran su bendición. Eso convirtió la idea en una parte del engranaje de la ONU, con sus cargos, sus citas anuales, sus Grupos de Amigos, etc.
Este fue el motivo al que se agarró el Gobierno de Mariano Rajoy, al llegar a La Moncloa, para seguir apoyando –también con euros- una Alianza de Civilizaciones a la que había denostado repetidamente el PP cuando estaba en la oposición. ¿Qué había pasado? Sencillamente que España aspiraba a un puesto de miembro no permanente en el Consejo de Seguridad de la ONU para el bienio 2015-2016 y no parecía muy conveniente oponerse a uno de los programas de la organización. Así que Rajoy siguió mandando al ministro de Exteriores, José Manuel García-Margallo a los foros de la Alianza.
Tratando de hacer de la necesidad virtud, el Gobierno se convenció de que la Alianza de Civilizaciones podía ser un instrumento para luchar contra los extremismos. Y así se convirtió en uno de los principales impulsores de un plan de Acción contra los extremismos violentos, que ahora se dispone a presentar en una reunión de la ONU.
El plan trata de abordar ese extremismo violento, la intolerancia y la integración de las migraciones, y para ello, España ha preparado una propuesta que se sostiene en cuatro pilares: la educación, la juventud y las mujeres, la inmigración y los medios de comunicación, con medidas concretas para cada uno de ellos.
Se cumplen ahora trece años desde que Rodríguez Zapatero lanzara en la Asamblea General de la ONU su iniciativa. Pocos son los resultados alcanzados en este tiempo y poco es lo que cabe esperar de la propuesta española: un intento de revitalizar algo que no fue, en su origen, mas que una muestra del buenismo del entonces presidente del Gobierno.
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