Esta semana, España va a recibir la visita de dos altos cargos del Gobierno cubano, en lo que parece una orquestada operación del régimen castrista de acercarse al Ejecutivo de Mariano Rajoy, después de que éste levantara sus reservas al comienzo de las negociaciones entre la Unión Europea y Cuba para tratar de alcanzar una cuerdo de diálogo político y cooperación. Raúl Castro envía, por un lado a la viceministra de Comercio Exterior, Ileana Núñez, para que explique la nueva Ley de Inversiones extranjeras; y, por otro manda al “número dos” de Exteriores, Marcelino Medina, elevando el nivel de los contactos políticos mantenidos hasta ahora.
Cuba pretende captar capitales extranjeros para intentar aliviar la situación de su maltrecha economía y la viceministra Núñez se va a reunir con las Cámaras de Comercio para explicarles los detalles de una ley que tiene algunos aspectos positivos, pero todavía demasiadas trabas para hacerla atractiva para los inversores foráneos.
Casi en paralelo, el primer viceministro de exteriores, Marcelino Medina, se va a reunir con el secretario de Estado de Cooperación y para Iberoamérica, y puede tener un breve contacto con el ministro José Manuel García-Margallo. En otoño estuvo en La Habana el director general para Iberoamérica, Pablo Gómez de Olea, sondeando las posibilidades de recuperar una relación política que ha estado bajo mínimos desde el retorno del PP a la Moncloa.
Aún así, no ha habido grandes contenciosos y Madrid y La Habana resolvieron el “caso Carromero” de una forma que evitó una crisis bilateral, a costa eso sí de disgustar profundamente a la familia de Oswaldo Payá, al resto de la disidencia anticastrista y también a algunos sectores del Partido Popular, encabezados por Esperanza Aguirre.
Por otra parte, a pesar de las críticas que, cuando estaba en la oposición, formularon los dirigentes populares, al Ejecutivo de José Luis Rodríguez Zapatero, por su disposición a renunciar a la Posición Común Europea, el actual Gobierno ha terminado adoptando una actitud pragmática, a la vista de que la mayoría de sus socios comunitarios, estaba alcanzado acuerdos bilaterales con Cuba. No quiere quedarse descolgado y dejó de poner trabas a las negociaciones euro-cubanas.
A la vista de ello, Raúl Castro ha decidido elevar el nivel de los contactos y manda al segundo del ministro de Relaciones Exteriores, Bruno Rodríguez, en lo que puede ser la antesala de un intercambio de visitas a nivel ministerial.
Poco después de acceder al cargo, García-Margallo, declaró a ABC que no viajaría a Cuba si no podía reunirse con disidentes. No sé si hoy estará en condiciones de mantener esa afirmación, sobre todo teniendo en cuenta de que a muchos de los disidentes los ha podido ver en España y también al hecho de que a La Habana están viajando muchos de sus colegas europeos, que no tienen inconveniente en pasar por allí conversando únicamente a las autoridades cubanas.
Puede que las circunstancias hayan cambiado y sea preciso adecuarse a la nueva situación, pero es de esperar que un Gobierno sustentado por un partido que dice defender la libertad y la democracia, no cierre los ojos a la realidad. Los opositores al régimen necesitan aún el apoyo moral para reclamar a los Castro que, de una vez por todas, permitan a su pueblo pronunciarse libremente. Y, si España opta por dialogar con los dirigentes cubanos, tiene que esforzarse en hacerles ver que el futuro de la isla no tiene otra salida que la apertura a una democracia real y el fin del hostigamiento a quienes disienten del régimen.
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