Entramos en el último dÃa de campaña electoral con un toque navideño y esperpéntico con una resaca de meses de «procès». Auspiciada por el 155 es el resultado de una cobardÃa. Carles Puigdemont no quiso que le llamarán Judas, el tesorero de los apóstoles según recogen las escrituras, y vendió a Cataluña por un puñado de falsas monedas. Si no hubiera existido un pleno en el Parlament el 27 de octubre donde se proclamó una República independiente, no se hubiera apretado el botón nuclear de la Constitución.
Este argumento esencial es el primero que se olvida. Tanto al exiliado en Bruselas por no dar la cara, como se lo echó en cara Oriol Junqueras desde Estremera, como a Carme Forcadell. Es capaz de asegurar que no tenÃa valor jurÃdico delante del juez para gritar en un mitin que «la represión no frenará la República».
En un nuevo capÃtulo de «Vamos a contar mentiras» tiene un lugar destacado Marta Rovira. Si hace unas semanas decÃa en un ejercicio de funambulismo polÃtico que «la vÃa unilateral no existe, es un invento del Estado», en la cuenta atrás insiste en que «la independencia está declarada y la República proclamada». Rovira quiere reflexionar sobre «cómo hacemos aplicable la ley de transitoriedad jurÃdica», como si no fuera inconstitucional.
¿De verdad cree Miquel Iceta que ERC va a renunciar a la vÃa de la independencia? ¿El «Icetatón» tiene como efecto secundario problemas auditivos y de memoria? Le recomiendo que lea el escrito de su abogado desde la prisión dónde han ido hoy a cerrar su campaña, donde describe el plan secesionista como «un programa electoral, evidentemente legal y mayoritariamente escogido por los ciudadanos». «Sorprende el esfuerzo de la FiscalÃa para convertir en delitos de rebelión y sedición los actos que, analizados detalladamente no son más que el legÃtimo ejercicio de derechos fundamentales que deberÃan ser protegidos en lugar de perseguidos». Siguen negando cualquier ilegalidad. No renuncian a sus aspiraciones. Es la independencia de la marcha atrás.
A ver si el lÃder del PSC estuvo de incógnito en la cena de Roures donde sirvieron como plato fuerte un tripartito llamado de izquierdas. Ese ese el sueño húmedo de Pablo Iglesias, situando a Xavier Domènech al frente como mal menor. Suena a pesadilla que el quinto en discordia pueda ser la solución.
Horas antes del cierre de campaña del 21-D lo peor de todo es que puede ser el primer dÃa de la próxima. Y no habrá medicamento para quitarnos el dolor de cabeza ni el hartazgo cuando vuelvan con la matraca del mandato divino del 1-O. Una Cataluña sin receta.
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