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Blogs Laboratorio de Estilo por María Luisa Funes

Se va Marc

María Luisa Funes el

Cuando Marc Jacobs comenzó su singladura en Louis Vuitton en 1997, yo llevaba seis meses como Directora General de Louis Vuitton España y Portugal. He tenido la oportunidad de conocer y valorar el trabajo y la transformación de Marc durante estos años. De este neoyorkino encantador, con pelo largo y cara exótica, solo se sabía que había trabajado como director artístico de Perry Ellis. Aunque supo dar frescor y novedad a la marca de ropa deportiva, el equipo directivo no valoró en exceso sus colaboraciones y partieron peras.

Sus primeros pasos en Vuitton fueron cautelosos y discretos. Había que restaurar la casa, que ya pitaba vendiendo bolsos y celebrando el centenario de su lona Monogram. Además, había que crear colecciones de prêt-à-porter para hombre y mujer, algo de lo que Louis Vuitton Malletier no tenía grandes conocimientos y Marc Jacobs, probablemente tampoco. Manos a la obra. Sin grandes alharacas, sus primeros pinitos para mujer tenían inspiración en los años 50 y 60. Piezas maravillosas, elaboradas con atención y cariño. Y con prudencia para no salirse del tiesto. A la vez llegaban los primeros zapatos, con gran éxito: divertidos, poco convencionales y cómodos. Las colecciones de hombre de los inicios, exceptuando alguna espectacular gabardina Macintosh marrón, eran algo sosas.

Los años, su paciencia, los aumentos de sueldo, la progresivamente ampliada libertad y el buen trato recibido por los directivos de Louis Vuitton le han hecho permanecer todo este tiempo.

Se despide, después de dudarlo durante años, con un desfile opuesto a los de sus inicios, cuando lo importante eran los vestidos y la lógica de lo presentado. Se va, al más puro estilo Lagerfeld para Chanel, con un show espectacular de dimensiones circenses, con música y modelos impresionantes, tocados de plumas de casi un metro, ropa negra y calzado peculiar. Se despide con la marcha fúnebre del triunfo consagrado, sin olvidar su timidez. El chico gafitas, paliducho, fumador, aniñado, asustadizo y discreto, se marcha grandioso, como un adonis y seguro de si mismo. Su arma secreta, alguna vez reconocida: no intimidaba y facilitaba que decenas de directivos que en Vuitton confiábamos en su trabajo, también nos dejásemos la piel para que la empresa fuera un éxito. Ahora comienza el resto de Marc Jacobs, el tranquilo gran caimán que bien merece cumplir sus 50 años en libertad.  Lo seguiremos de cerca.

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