El color, suave y agradable, no deja de recordar al azul de la bandera norteamericana sin llegar a ser tan fuerte como el azul de las barras. Melania fue discretamente maquillada e impecablemente peinada, sin ínfulas ni tocados pretenciosos. Así han acudido a la iglesia de St. John, y procederán a pasar por la Casa Blanca, para llegar al lugar de la jura del cargo, el Capitolio.
El vestido con chaqueta cruzada de cashmere de doble cara, cuello vuelto, mangas tres cuartos y guantes compañeros, recordaba por su corte y sencillez a los modelos de la época Kennedy, salvando las distancias. Melania Trump, con un histórico de estilismos catastróficos a través de los años, demuestra que se está dejando aconsejar y puede convertirse en la verdadera embajadora de la moda norteamericana.