En el nuevo protocolo del guardarropa está la cesta de mimbre. Cuenta la leyenda empresarial de Hermès, que el modelo Birkin de la casa francesa surgió durante un vuelo en el que se encontraron Jean-Louis Dumas, entonces consejero delegado de la maison parisina, y Jane Birkin. Jane, con su peculiar estilo bohemio, se había dejado fotografiar mil veces durante los años 70 llevando cestas de mimbre en lugar de bolsos de cuero.
Durante este encuentro – nunca se sabe si real o ficticio- Dumas estaba sentado junto a Jane Birkin en un vuelo de París a Londres y la cesta de la actriz, cargada de revistas y efectos personales, se volcó esparciendo por el suelo sus pertenencias. La Birkin explicó al directivo francés de la familia Hermes, que le resultaba difícil encontrar bolsos de cuero con el diseño y el tamaño que ella necesitaba para transportar todas sus cosas.
Y así se supone que nació el bolso Birkin de Hermes en 1983, aunque en realidad el diseño se trataba de una réplica de gran tamaño de las bolsas de cuero que se llevaban bajo las monturas de equitación.
Mucho ha llovido desde entonces, y aunque el Birkin de Hermes haya supuesto el gran éxito de la casa parisina durante las últimas dos décadas, las cálidas jornadas del verano devuelven la dignidad que Jane Birkin le daba a la cesta, su calidad de excelente “animal de compañía” para ellas.
La sencillez de sus formas, sus materiales naturales y su ligereza, acercan la cesta de nuevo al guardarropa femenino intemporal, ya que pocos accesorios tan sencillos logran ser tan elegantes. Deja de limitarse su uso a la playa y el campo.
Aparece en la ciudad con la frescura de los accesorios más ecológicos. Una pieza rústica imprescindible, a buen precio y un tradicional exponente del “hecho en España”.
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