Sábado de Gloria en Cibeles
El sábado ha sido un día entretenido en la antigua Cibeles. Como siempre que desfila, Teresa Helbig ha reinado en la pasarela. No hay ni un pero que ponerle. Genial, innovadora, elegante y con un punto rebelde, Teresa le da el toque justo a sus colecciones, con aire romántico, irónico e intemporal. En esta ocasión nos ha deleitado con unos vestidos hechos de “cannage”, el material rústico de rejilla con el que se hacen los respaldos de las sillas en el sur de Francia.
Los vestidos, con vuelo propio y flotando en el aire, estaban hechos en rafia, cuerda o el mencionado cannage. Contrastaba radicalmente la dureza de los materiales con la suavidad de las formas. Teresa también inventa tejidos a partir de cintas de tul cruzadas y superpuestas, que luego decora con flores hechas a mano. Es una maestra de la delicadeza ruda. Y de repente, sorpresa, cambio de registro con un traje de pantalón fucsia en un nobuk que parecía fieltro. Le gusta jugar al trampantojo.
Los de Ailanto, algo sosos, dieron una lección de cómo hacer que un batín naranja se convierta en una prenda chic. Y explicaron como combinarla con vestidos rosas, blancos e incluso con uno largo de lentejuelas negras. Una colección atípica pero optimista. Torreta, muy elegante, bordó unos vestidos en muselina con dibujos de flores que eran el summum bonum de la feminidad. Su línea de cuero, un déjà vu.
La ropa de Etxeberría, imponible: bermudas largas en cuero a rayas de colores tristes, con camisas y chaquetas sin solución posible. Pero al césar lo que es del césar: nadie como él para montar un buen show: la música era estupenda. Y lo mejor del desfile fue el propio creador, que cada vez nos regala una nueva y divertida versión de si mismo. Juana Martín se lució con los vestidos en blanco y rojo de inspiración japonesa, parte serigrafiados y parte con flores en relieve. Mezcló vestidos tipo Halston con otros de mangas y bajos con volantes, muy flamencos. Asia encuentra a Córdoba. Es lo suyo.
