Igual que una ley es ante todo un retrato de la sociedad a la que tiene que afectar su regulación, también una norma es una predicción de los problemas y conflictos que habrá con ella en el futuro. No porque esté mal hecha, sino porque planta árboles con los que chocarán las personas y las instituciones que tengan que caminar por el terreno legislado, y que a veces no han hecho lo posible para que no estén.
De lo primero era ejemplo la normativa complementaria del estatuto marco, que pedía cosas que para cualquier cofradía de apenas 50 años antes serían impensables, como la partida de bautismo o el certificado de matrimonio canónico, pero que reflejaban el cambio del mundo en el que las hermandades seguían brotando como hongos.
Lo segundo puede pasar con los que dentro de un mes pueden ser los estatutos de la Agrupación de Cofradías de Córdoba. Solucionan con sentido común bastantes problemas que pueden llegar en los próximos años y evitan los que se han repetido en estos últimos, pero por el momento siguen sin encontrar la puerta de las hermandades de la periferia. Puerta no sólo quiere decir entrada abierta, sino también acceso, franco o cerrado. Quienes elaboran el texto, quienes lo supervisan y las hermandades agrupadas que han querido interesarse no tienen claro si deben cegar el vano para que no entren, si deben darles la misma llave que a todas las demás erigidas en el descomunal término municipal de la ciudad o si acaso conducirlas a un apartado distinto en que estén con el resto pero no puedan ver ni de lejos el palquillo de entrada.
Por el momento parece que estaría la cuestión entre la segunda y la tercera opción, pero ahora que está todavía la casa sin terminar, no estaría de más llamar a algún carpintero fino para buscar una puerta especial en que, por dar una idea, las hermandades de la periferia entren con reglas en que se diga clarito por dónde tienen que hacer estación de penitencia, no sea que el reglamento se retrase entre la Cuaresma y la Semana Santa y haya más dolores de cabeza. La comisión hizo su trabajo y ahora quedan los que los disfrutarán o sufrirán en el futuro: los que ahora tienen que revisar y mañana tendrán que interpretar y dirimir y los que votarán en asambleas con los artículos en la mano y de los que apenas media docena se han tomado la molestia de aportar algo.