Francamente, me gustaba más aquel cartel de resolución baja y diseño mejorable que se había filtrado por las redes sociales unos días antes y que iba de un móvil a otro haciendo la boca agua a todo el mundo: a los que se relamían pensando en los conciertos y a los que iban a disfrutar criticándolos desde su atalaya libre de frikismo. La Champions de las Bandas, decía, y tendría en realidad el nombre exacto y hortera. La Liga de Campeones con pocos campeones no es ya una competición como aquella vieja Copa de Europa en que muchos equipos daban la sorpresa por tener guardados sus secretos al otro lado del Telón de Acero, sino una exhibición entre la opulencia económica de unos pocos, siempre los mismos, y el raquitismo de sus víctimas, y busca en último término más que la Orejuda el generar negocio, fanatismo y venta de camisetas para los equipos grandes. La Magna de Bandas de Córdoba también tendrá sus apuestas para ver si queda mejor el dúo de ‘Amor de Madre’, el solo de ‘Silencio blanco’ o el impactante comienzo de ‘Eternidad’, pero es igual una exhibición de fuertes frente a las que tendrán que conformarse con estar. No queda otra. Participantes, animadoras y protagonistas, como clasificaba Jorge Valdano a las selecciones en los mundiales, por seguir con el fútbol.
Algo tiene de distinto este concierto que llegará al Coso de los Califas con la idea de marcar tendencia y el estudio hecho para generar el mismo éxito que en otros lugares, y es que en la Champions League, que sólo tiene un poco de emoción cuando deja de ser League y pasa a las eliminatorias, no participan filiales, que es la forma en que muchas bandas de provincias se buscan a sí mismas, aunque también aquí se ha evitado la coincidencia más evidente. Porque otra semejanza con el fútbol es que igual que la gente del Córdoba es del Madrí o del Basselona para tener algo que celebrar alguna vez, con las bandas son pocos los que se atreven a ir por otro camino que el que ya está trazado por alguna de las grandes. Les parece mucho mejor asegurarse el éxito de una Liga en ciudad ajena que no vagar por los campos de Segunda B de la incomprensión y la crítica mordaz de acento impostado.
Como pasa con el deporte, también está música alterna momentos de lirismo y emoción con otros que sólo dependen de los ‘highlights’, de las mejores jugadas en que llega el solo con más mérito, el contraste entre instrumentos y la parte en que el flamenco y las palilleras comienzan el baile entre la creatividad, el barroquismo y la necesidad de que los costaleros imaginarios no pierdan el pie izquierdo.
Con todo, bienvenida sea la magna con sus pantallas gigantes, su derroche de megawatios de sonido y su jornada de diversión en la plaza de toros, porque por lo menos por esta vez no va a ser necesario que para escuchar en Córdoba esa música que a muchos les parece tan top no se invitará a capataces ni se moverá a las imágenes de su sitio fuera de tiempo con cualquier excusa y haciendo modificaciones como el que se cambia de corbata para una ocasión.
