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Los frikis que enseñaron a las máquinas a jugar al ajedrez

Federico Marín Bellón el

El festival de Sundance de este año ha dado a conocer la pequeña película independiente «Chess Computer», una mirada nostálgica a los frikis que, hace 30 años, enseñaban a sus máquinas los secretos del ajedrez, un juego que apenas comprendían. Aquellos códigos binarios evolucionaron con el tiempo, hasta que Kasparov sucumbió ante Deep Blue, el día que la especie humana perdió su última gran batalla. Andrew Bujalski construye con este material una comedia de lo más original, que según cuentan las crónicas raya el absurdo, hasta dejarlo malherido.

«Chess Computer», de Andrew Bujalski

Los monstruos sirven ahora para preparar aperturas y si compiten, es entre ellos, como ocurre estos días en el nTCEC, uno de los torneos de ajedrez más importantes entre programas informáticos, bestias con más de 3.000 puntos Elo. La película de Andrew Bujalski muestra más bien a unos pioneros de la inteligencia artificial (expresión «incorrecta» sobre la que habrá que volver algún día), que compiten en un torneo de fin de semana. El propio cineasta, que ha necesitado cinco años de duro trabajo, resalta «lo audaz que resulta tratar de construir una inteligencia artificial, sin ser muy capaces todavía de explicar satisfactoriamente la inteligencia natural».

La página web de la película incluye curiosidades como varias partidas clave en la historia de la computación. Entre ellas destaca el primer duelo entre dos máquinas, en plena Guerra Fría. El invento de un equipo de físicos de Moscú se enfrentó al primitivo ingenio de varios científicos de la Universidad de Stanford. Ganaron los rusos, claro, por 3 a 1. Luego desarrollarían el primer programa campeón del mundo en su categoría (1974), llamado Kaissa en honor a la diosa del ajedrez.

En aquellos años, quizá maravillosos, un buen jugador de club todavía podía hacerle un destrozo a cualquier máquina

La película, en suma, rodada con cámaras de vídeo de hace décadas, que confieren autenticidad a lo narrado, es según su director un homenaje a los tipos sin mala leche que «parecían vivir como monjes, dedicados por completo a lo que hacían, a menudo a costa de ser excluidos por los demás… y que construyeron el mundo en que ahora vivimos».

El ajedrez, visto como una partida de ping pong: una pequeña animación hecha con fotogramas de la película

A continuación, el tráiler de la película (también se puede ver aquí), que a muchos les dará más miedo que otra cosa. En Sundance, la cinta ganó el Premio Alfred P. Sloan y recibió algunas críticas bastante elogiosas.

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