Nodirbek Abdusattorov se ha convertido en el segundo gran maestro más joven de la historia, con 13 años, un mes y 11 días. No ha logrado superar el récord del ruso Sergey Karjakin (nacido en Ucrania), que logró el título a los 12 años y siete meses. El principal defecto del uzbeko es lo difícil que es escribir su apellido. En eso recuerda al prodigio indio Praggnanandhaa R. Se avecina una generación de ajedrecistas dignos de hacer un concurso de deletreo, más que nada porque ganarles una partida será imposible.
La fotografía de arriba es de Sergey Sorokhtin y fue tomada hace unos días en el Memorial Chigorin (ruchess.ru)
El pequeño genio de Uzbekistán es maestro FIDE desde los nueve años. En 2012 fue campeón del mundo sub 8 y en 2014, con nueve años, ganó por primera vez a dos grandes maestros, Andrey Zhigalko y Rustam Khusnutdinov. Su proeza tuvo lugar en el octavo Memorial Georgy Agzamov, en su ciudad natal, Tashkent.
Nodirbek consiguió su título de gran maestro gracias a los resultados obtenidos el año pasado en San Petersburgo, en el Memorial Chigorin, y este año en Abu Dhabi. Justo ayer repitió norma en el torneo que se celebra en recuerdo del gran Mijail Chigorin. En la última partida, logró las tablas necesarias contra el GM Evgeny Alekseev, que tiene 2622 puntos Elo, 124 más que él (2498). Pese a llevar las negras y a la imaginable tensión, logró el empate después de 52 jugadas. Terminó el torneo en el puesto 16 (partía como númeo 37), con 6,5 puntos en nueve partidas. Ganó el ruso Kirill Alekseenko, con un punto más.
Con esta sensacional actuación, el chaval acaba de superar en precocidad como GM (logro que se podría comparar con un cinturón negro en las artes marciales) al actual campeón y número uno del mundo, Magnus Carlsen, gran maestro desde los 13 años, 4 meses y 27 días. Abdusattorov dio un salto enorme en 2015, luego vino la típica época (meses, en su caso) de estancamiento, y de nuevo parece capaz de escalar puestos cada mes.
No es nada sorprendente que proliferen los niños prodigio en un juego como el ajedrez, justo cuando internet y los ordenadores permiten un entrenamiento intensivo, sin salir de casa. Antaño, los maestros necesitaban largos viajes y maletas llenas de libros para conseguir una parte de la experiencia competitiva que hoy acumula un adolescente.
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