Se ha escrito mucho sobre la cara de póker, pero ¿qué caras ponen los ajedrecistas? De Spassky se decía que por su rostro era imposible saber si su último sacrificio era una genialidad o si había cometido el error de si vida. Karpov tenía la mirada de hielo. Kasparov es el gran maestro más amenazante que se ha sentado a un tablero. Reshevsky podía ser una manojo de nervios, sobre todo cuando se apuraba de tiempo, que era a menudo, pero no por eso su fuerza disminuía. Veamos en algunas imágenes cuáles son los gestos más habituales en los torneos de ajedrez.
Esta entrada no pretende ser un estudio exhaustivo, ni mucho menos, pero recoge algunos gestos curiosos captados de los maestros. Hay que tener en cuenta dos factores, como mínimo: una partida puede durar varias horas y, a menudo, los protagonistas se saben en el centro del objetivo. Pese a todo, el rostro y la postura de un ajedrecista puede estar cargado de significado. A Magnus Carlsen, por ejemplo, estamos acostumbrados a verlo gesticular bastante, a menudo con aspecto desinteresado (algo de lo que siempre hay que desconfiar, como sabe cualquier jugador de póker). Vishy Anand, por el contrario, suele expresar poco sus emociones. En la primera serie, dedicada al campeón del mundo, las dos imágenes en blanco y negro han sido tomadas por el español David Llada, fotógrafo oficial en algunas competiciones de la FIDE, como la última Olimpiada de Ajedrez celebrada en Tromso. Otros de los fotógrafos más utilizados en esta entrada son Anastasiya Karlovich, Georgios Souleidis, Manu de Alba y Daniel Skog. Va por ellos.
¿Se aburre Carlsen durante las partidas? Seguro que no, aunque por sus gestos se diría que el ajedrez le parece un juego insufrible. Anand, por el contrario, siempre parece concentrado, aunque tampoco demasiado. Es difícil saber por su cara si lo que ocurre en el tablero le resulta favorable. Como mucho, se come las uñas, un gesto que tampoco es fácil interpretar. También le gusta mirar a su rival, como si él mismo tratara de conseguir algo de información extra, pero no con el aire intimidante de Kasparov.
A muchos ajedrecistas les gusta meterse casi literalmente en el tablero, absolutamente concentrados. Un poco más y saltan dentro, como si estuvieran en un ajedrez viviente. El indio Krishnan Sasikirian (la imagen de la derecha, de las tres de abajo) no llega tan lejos como los otros ajedrecistas, pero a cambio su rictus es mucho más tenso. Debe de terminar agotado las partidas.
En el extremo contrario, están los distantes, que se alejan y tratan de ver las cosas en perspectiva. Incluso utilizan el gesto para arquear la espalda y estirar los músculos entumecidos.
Otro de los gestos más frecuentes consiste en taparse el rostro, como para aislarse de cualquier distracción exterior. El español Paco Vallejo huye del ruido y lo que se tapa son las orejas.
Una forma distinta de utilizar los dedos es construyéndose una especie de máscara protectora, con las correspondientes aperturas para los ojos. Judit Polgar solía hacerlo.
Pero más llamativa aún es la postura que podríamos denominar como «¡Madre mía!», en la que sería posible apostar contra el ajedrecista de la imagen, con escaso margen de error.
También hay un grupo de «creyentes». Y si no están rezando, quizá deberían empezar a hacerlo…
Están los cotillas, aficionados a mirar el tablero de al lado, quizá porque su posición es menos interesante.
Los asesinos en potencia, sorprendidos mientras lanzan una mirada furtiva al rival.
Y los que posan, a menudo porque son amigos del fotógrafo y entienden su trabajo, que puede llegar a ser molesto.
En este grupo, los más simpáticos son los españoles.
Nos quedan todavía los «abrigados», por una u otra razón.
Y por último están los superhéroes, que como es natural son los menos.
Ajedrez