La Olimpiada de Ajedrez es una de las mayores competiciones deportivas por equipos, un festival multicolor con casi dos mil participantes, en el que este año se ha visto incluso una petición de mano. En Batumi (Georgia) han luchado nada menos que 150 selecciones en cada categoría, la femenina y la masculina (o abierta, porque pueden participar mujeres, aunque muy pocas lo hagan). Después de once días de juego, el azar y lo reñido de la competición se aliaron para que tres equipos terminaran empatados en cabeza. Ganó China en la foto finish y repitió el oro de 2014 en Tromso (Noruega), por delante de Estados Unidos y Rusia. Poco importa que el complejo sistema de desempate utilizado no sea en la práctica mucho más justo que el bingo. No satisface a casi nadie y ha llegado a ser calificado como ridículo, pero sigue vigente y nadie se decide a cambiarlo. En chicas, China también ganó por el sistema de desempate y porque la rusa Alexandra Kosteniuk perdió una última partida dramática contra la campeona del mundo, Ju Wenjun. En todo caso, es el tercer oro consecutivo para las orientales, grandes dominadoras de los tableros en la actualidad.
Para los rusos, el resultado femenino (cuartas) es un desastre y el podio masculino no es ningún consuelo, aunque podría haber sido mucho peor. El tercer puesto final prolonga una racha negativa insólita. Llevan ocho Olimpiadas seguidas sin lograr el oro, pese a que casi siempre (esta vez ni siquiera eso) partían como favoritos. Para apreciar la magnitud del descalabro basta un dato: Rusia había ganado los doce campeonatos anteriores (la mitad de ellos como Unión Soviética).
La última ronda había deparado un duelo entre los dos líderes: Estados Unidos y China, que empataron todas sus partidas y dejaron que resolviera la lotería. En realidad, los americanos perdieron el título por su derrota anterior ante Polonia, gran sorpresa de la competición. En todo caso, siguen por encima de los rusos en el ajedrez mundial, gracias a un modelo basado en el mecenazgo. El multimillonario Rex Sinquefield ha logrado convertir su país en un equipo puntero. Le falta por cumplir el sueño de lograr un campeón del mundo individual, lo que podría conseguir Fabiano Caruana en unas semanas, si destrona en Londres a Magnus Carlsen. De momento, con sus excelentes resultados en Batumi, el italoamericano se queda a solo 6,7 puntos del noruego.
España empezó bien, pese a la ausencia de varias de sus principales estrellas, en especial la de Paco Vallejo, peleado con Hacienda por una reclamación injusta, que no tiene nada que ver con los problemas que mantienen varias estrellas de fútbol. El equipo se desfondó un tanto en las últimas rondas y acabó en el puesto 25, más o menos el que se esperaba por su media de Elo. Con todo, varios jugadores culminaron grandes actuaciones individuales, como David Antón y Manuel Pérez Candelario, décimo en el segundo tablero, con una actuación de 2703 puntos Elo.
Mucho mejor quedó el equipo femenino Español, que fue de menos a más y acabó entre en decimotercera posición. La pena es que perdonaran la vida a algunas rivales en el tramo decisivo. Para colmo, Ana Matnadze, que se habría asegurado la medalla de oro individual en el tercer tablero si hubiera descansado en la última partida, se sacrificó por el equipo y emborronó su historial. Es probable que empezara a sufrir antes de empezar la partida, porque escribir el nombre de la polaca Karina Szczepkowska-Horowska no pudo ser fácil. Lo mejor, aparte de su demostración de entrega, es que el destino no se cebó con ella y al menos logró la medalla de bronce. Yudania Hernández, otra de nuestras jugadoras, también cuajó una excelente actuación.
Entre los jugadores hispanoamericanos, destacar la actuación del peruano Jorge Cori, que logró la medalla de oro individual. Su hermana Deysi tampoco lo hizo nada mal, por cierto. También merece un aplauso Diego Flores, a un paso del bronce y sostén de un equipo argentino alicaído. La cubana Yerisbel Miranda, por último, también rozó la medalla.
Nuevo presidente de la FIDE
El peruano Jorge Cori, por su parte, logró una inesperada medalla de oro individual, después de una actuación impecable. No menos llamativa es la presencia de su compatriota Julio Granda (un gran jugador y muy querido) en la nueva directiva de la Federación Internacional. El gran maestro de Arequipa es ahora vicepresidente, escudero del nuevo mandatario, Arkady Dvorkovich.
El nuevo jefe de la FIDE es un hombre de confianza de Putin, por lo que quizá no se pueda decir que los rusos hayan perdido esta Olimpiada. El triunfo en los despachos supone un inevitable cambio de rumbo, pese a que Dvorkovich, responsable de la organización del último Mundial de Fútbol y ex vice primer ministro, sea compatriota del anterior presidente, Kirsan Ilyumzhinov. Queda todo por hacer, tras 23 años en el poder del hombre que creía que el ajedrez fue un regalo de los alienígenas (se lo dijeron ellos mismos), lo que supone tantas ventajas como inconvenientes.
Puede que a alguno le parezca excesivo el calificativo de ridículo, pero los oros se decidieron por los resultados de encuentros que no tenían ninguna relevancia teórica, como el Bangladesh-Panamá masculino y el Mónaco-México femenino. Creo que eso lo dice todo.
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