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Carlsen, un prodigio que no necesita ojos para triunfar

Federico Marín Bellón el

“Lo esencial es invisible a los ojos”, dijo el zorro y repitió el Principito. El cubano Lázaro Bruzón y el noruego Magnus Carlsen han demostrado en México que se puede jugar al ajedrez al más alto nivel sin necesidad de ver las piezas ni el tablero, pero sin perder de vista lo esencial. El número uno del mundo ganó la partida rápida, de gran calidad técnica, y aguantó con negras a ciegas en un fabuloso duelo. Ambos maestros estaban vendados y de espaldas al tablero, pese a lo cual desplegaron todo su catálogo de sutilezas. Judit Polgar o Manuel León Hoyos se enfrentarán a Carlsen en la final.

Parece el rehén de un comando terrorista, pero es Magnus Carlsen pensando como una máquina, ajeno al resto del mundo y levantando castillos de combinaciones en el aire

Jugar una partida a ciegas solo sorprende ya a los neófitos, pero el ajedrez que tejieron Carlsen y Bruzón en la UNAM causó asombro incluso entre los expertos. Vieron combinaciones increíbles, calcularon largas secuencias de jugadas y valoraron sin verlas las posiciones que se sucedían sobre el tablero con una precisión microscópica. Fue un duelo de otra época, como cuando Pillsbury o Najdorf desafiaban a los mortales en un ejercicio de memoria prodigioso.

Detrás de Bruzón y de Carlsen se puede ver a los operadores, la gran maestro Olga Alexandrova y Yago Gallach, editor de la revista “Jaque”, que reproducían sobre el tablero las jugadas que anunciaban los grandes maestros

No fue la única noticia de una jornada redonda en la Segunda Gran Fiesta del Ajedrez UNAM, que se acerca a su culminación en el Distrito Federal. En la competición “femenil”, la cubana Lisandra Ordaz se impuso con gran emoción y no menos apuros de tiempo a su compatriota Sulennis Pina Vega, para lo cual fue necesario llegar a las partidas relámpago de desempate. La primera jugará la final contra la ganadora del duelo entre la española Olga Alexandrova y la georgiana Sopico Guramishvili.

Lazaro Bruzón jugó una partida magnífica y nunca se cansó de presionar, pero el genio noruego se le escapó entre los dedos

Y todavía queda lo mejor.

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