Las tablas en el Campeonato del Mundo de Ajedrez se pagan mal en las casas de apuestas. Preguntado por la sucesión de empates –ya llevamos cinco en Dubái, que se suman a los 14 consecutivos en los dos mundiales anteriores–, Magnus Carlsen admitió que «hay un punto a partir del cual las tablas dejan de ser normales y se convierten en un problema». «Pero no creo que hayamos cruzado el Rubicón todavía», añadió.
No todos tienen tanta paciencia y ya hay grandes maestros, como Romain Édouard, que proponen ritmos de juego más veloces. «Incluso con los dos mejores jugadores combativos del mundo estamos aburridos con este tostón», viene a decir el francés, que quiere que las diez últimas partidas tengan controles de tiempo más rápidos. La idea de acelerar el juego es provocar la aparición de errores, lo que no deja de ser perverso.
Para el campeón, de hecho, las tablas fueron un alivio. En la quinta partida llegó a estar «preocupado» por el dominio de su rival, Ian Nepomniachtchi. El ruso gastó su segunda mejor bala, después de la que perdió en la segunda partida. «Por supuesto que estoy decepcionado», afirmó a regañadientes. «Siempre que dejas escapar oportunidades, no estás feliz».
Pese a todo, tiene motivos para consolarse. Con las piezas negras aún no ha sufrido y con blancas ha tenido ya dos opciones, todo ello en la primera fase de la competición, cuando según Carlsen más peligro tenía de pagar los nervios del debutante. Para el noruego, en cambio, es la cuarta defensa del título y ya sabe demasiado bien lo que es ganar en los ‘penaltis’ de las partidas de desempate. Pero si en el fútbol es mentira que sean una lotería, en ajedrez es aún más falso, aunque esta vez tiene enfrente a un especialista casi tan bueno como él.
Así fue la partida:
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