Fabiano Caruana se está currando el torneo de Candidatos. En la novena ronda luchó durante más de seis horas para romperle los huesos a Ding Liren, que los tiene de titanio. Después de remar toda la partida con una ventaja microscópica, fue incrementándola hasta que la máquina consideró que tenía el duelo ganado, pero se lió en una de esas posiciones en las que un ser humano necesita algo más que el cálculo. Al final, dejó pasar demasiados trenes y acabó firmando el empate. En la rueda de prensa, el americano resoplaba y el chino respiraba.
El otro protagonista de la jornada fue Sergey Karjakin, quien parece resucitado, aunque sea a costa de un muerto. Por una vez jugó con ambición y destrozó a un Kramnik desmoralizado. Renunció al enroque a cambio de un desarrollo acelerado de sus tropas, mientras la dama negra luchaba a brazo partido casi en solitario. Vladimir, sumido en largas reflexiones, probablemente fue víctima de otra preparación casera, algo recurrente en su carrera: Anand le ganó un Mundial así, el otro día Grischuk y ahora Karjakin. Hubiera o no receta de por medio, en la jugada 19 ya estaba peor. Después de la paliza de la jornada anterior, no había cuerpo para resistir tanta presión, pese a que Sergey también cometió algunos errores, con miedo a apresurarse en el remate.
Luego el derrotado no fue ni a la rueda de prensa, sin duda afectado por la marcha del torneo. Tampoco era el día para tratar de demostrar que siempre estuvo mejor, como tanto le gusta, para regocijo de sus críticos. Incluso han empezado a aparecer bromas en las redes sociales (memes, que dicen los jóvenes) sobre un irreductible optimismo.
El premio a la partida aburrida del día (que casi siempre ha quedado desierto en el torneo) se lo llevaron Wesley So y Alexander Grischuk. En la jugada 34 firmaron las tablas después de una berlinesa de manual. Si querían adular a los espectadores, berlineses también, no parece la mejor manera.
Levon Aronian, por último, combinó contra Shak Mamedyarov con el discutible resultado de quedarse con un peón menos, aunque con sobrada compensación, con un alfil contra un caballo cojo. Las maniobras tampoco acabaron como le gustaría: recuperó el peón pero su alfil se quedó esquinado. No había posibilidad ninguna de ganar y se firmó el armisticio.
En la verdadera partida del día, pese al empate, Caruana maniobró con la calidad acostumbrada, en una gran partida, pero enfrente estaba Ding Liren impasible, como el chino pudiera viajar en el tiempo y ya conociera el resultado final. Esto es un infierno con negras, decía Pepe Cuenca. Lo cierto es que Ding Liren también tiene un enorme catálogo de recursos: se defiende con sangre fría, no desatiende las sutilezas y procura no apurarse demasiado de tiempo. Desespera a cualquiera, en definitiva. Incluso a Caruana. El italoamericano sigue con medio punto de ventaja sobre Mamedyarov, con Karjakin un poco más cerca. La verdadera prueba será no venirse abajo después de perdonar tanto.
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