Desde el estallido, el pasado 24 de febrero, del conflicto militar entre Estados Unidos (EE. UU.), a través de su apoderado interpuesto, Ucrania, y la Federación Rusa, muchos analistas han comparado las amenazas existenciales que Rusia percibe sobre su frontera occidental con la aspiración de China por restituir su integridad territorial mediante la recuperación de la isla de Taiwán.
Sin embargo, las diferencias entre ambos casos son mayores que sus aparentes similitudes, que, también, en lo fundamental, existen, dado que las economÃas y las poblaciones de Rusia y de Ucrania, por un lado, y de China y de Taiwán, por otro lado, están muy integradas.
De hecho, 1 millón de taiwaneses viven, en la actualidad, en la República Popular de China y, en 2010, 1,9 millones de ucranianos estaban censados en la Federación Rusa.
Para empezar, Taiwán ocupa un territorio, aproximadamente, 15 veces más pequeño que el de Ucrania, el segundo paÃs más grande de Europa, después de Rusia.
Asimismo, el presupuesto de defensa de China es entre 4 y 5 veces más grande que el de la Federación Rusa.
Al ser una isla en el PacÃfico, las posibilidades de que Taiwán pueda recibir fácilmente, a través de sus fronteras, en caso de conflicto bélico con China, un flujo ininterrumpido de voluntarios o de luchadores extranjeros y de equipo militar y de armas es inimaginable, por no decir, imposible.
La presidente de Taiwán, desde enero de 2016, Tsai Ing-wen, no es comparable al atrabiliario, por expresarlo de manera diplomática, presidente de Ucrania, Volodymyr Zelensky, y las negociaciones entre China y Taiwán nunca se han roto, a pesar de que China ha ejercido, desde 1996, presión militar sobre la isla para obtener beneficios polÃticos.
En lo económico, los mercados principales para China son los europeos y el estadounidense y no, necesariamente, el ruso.
Finalmente, ninguna de las disputas territoriales sobre las islas del PacÃfico asiático de las que China hace parte representan amenazas existenciales para ninguno de los paÃses involucrados en las mismas.
En cualquier caso, el tempo de las reacciones del liderazgo de China es, como su planificación, de largo plazo, como ocurre en todas las culturas asiáticas, y, por lo tanto, a China no le gusta responder rápidamente.
Dicho lo cual, cabrÃa subrayar que los dirigentes rusos han mostrado, durante casi una década, una paciencia enorme –casi asiática, siendo Rusia un paÃs tan asiático como europeo-, antes de reaccionar al plan de EE. UU. de llevar sus laboratorios biológicos y la huella de la OTAN, incluyendo sus bases, su armamento y su entrenamiento, hasta su frontera occidental, en lo que representa una amenaza existencial para su nación, ahora, como, antes, a lo largo de la historia.
A pesar de esas diferencias entre Taiwán y Ucrania, China ha respondido, inmediatamente, para expresar su apoyo a Rusia en el conflicto que ésta mantiene, en Ucrania, con EE. UU. porque es consciente de que, si llegara el caso, necesitarÃa, a su vez, el apoyo de Rusia para resolver su aspiración nacional de recuperar Taiwán o para hacer frente a las consecuencias, militares y económicas, que se derivaran de la decisión de materializarla.
En realidad, una crisis en la región del Asia-PacÃfico por una posible intervención militar de China en Taiwán podrÃa tener, incluso, repercusiones más delicadas para el mundo que la de Rusia frente a EE. UU. en Ucrania.
En el caso de que China se decidiera por activar una solución militar para Taiwán, acontecimientos como una posible participación militar de Japón o de Australia en apoyo de EE. UU. frente a China, como las ideas alocadas que se le pudieran ocurrir a Kim Jong-un o como el desencadenamiento de consecuencias económicas muy graves para el mundo someterÃan la arquitectura de seguridad actual de Asia a una tensión aún mayor a la que ya está sufriendo, en estos momentos, la europea.
China observa atentamente el comportamiento de Rusia, especialmente, su recurso a la intervención militar y su aviso del uso de su potencia nuclear, si fuera necesario, para evitar que EE. UU. convierta a Ucrania en el Afganistán ruso del comienzo del siglo XXI, como ya intentó hacer en ese paÃs centro asiático, en los años 80 del siglo pasado, mediante la financiación y la transferencia de armamento a los muyahidÃn -es decir, guerrilleros musulmanes radicales y terroristas-, cuyos herederos, posteriormente, acabarÃan atentando contra el territorio de EE. UU., en septiembre de 2001, y contra Occidente y contra el Estado de Israel, en todo el mundo, desde entonces.
Biden ha declarado que defenderá Taiwán frente a una intervención militar de China en la isla.
Biden hizo manifestaciones similares en favor de Ucrania, cuando estuvo manipulando al gobierno ucraniano con las promesas del apoyo estadounidense a su incorporación a la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) o contra cualquier intervención militar de Rusia en Ucrania.
Después de que Biden y su equipo hayan dejado claro al mundo, a China y a Taiwán que, en realidad, lo que quieren decir es que EE. UU. está dispuesto a sacrificar hasta la última gota de sangre del último ucraniano o a gastar hasta el último céntimo del último euro del último europeo para defender Ucrania, no sabemos cómo la presidente de Taiwán, Tsai Ing-wen, estará digiriendo las promesas de Biden de acudir en su ayuda.
¿Está EE. UU. sinceramente comprometido con la protección de Taiwán?
China es capaz de desplegar, en menos de una semana, cientos de buques de su Armada y cientos de aviones de combate de su Fuerza Aérea en un teatro de operaciones militares alrededor de Taiwán, mientras que EE. UU. y Japón sólo podrÃan enviar unas docenas.
¿Cuál es el valor de las promesas de Biden a Taiwán después de la huida de Afganistán que ejecutó, de su comportamiento en Ucrania y de su falta de voluntad para impedir a Irán que complete su programa nuclear?
Los retos que Ucrania y que Taiwán plantean, respectivamente, a Rusia y a China no se resolverán sin tomar en consideración las legÃtimas preocupaciones de seguridad tanto de la Federación Rusa como de la República Popular de China.
EE. UU. se equivocarÃa y se harÃa daño, como le está ocurriendo desde que ha provocado el enfrentamiento militar con Rusia en Ucrania, si pensara que su polÃtica para contrarrestar la competencia de China -en el contexto de un continente asiático cada vez más rico e integrado comercialmente- por el liderazgo mundial debe estar dirigida, fundamentalmente, por la dimensión militar.
China suele preferir las soluciones polÃticas, diplomáticas y comerciales, que son el fundamento de su polÃtica exterior multilateral, a las militares, siempre que fuera posible.
Asà le gustarÃa que fuera la integración de Taiwán en China, es decir, por medios diplomáticos y económicos, aunque está dispuesta, si fuese necesario, a defender, militarmente, su aspiración nacional de integrar la isla en China, especialmente, ante cualquier intervención exterior, como ha dejado muy claro por las señales que, al respecto, ha enviado al mundo durante los últimos años.
El enfrentamiento militar entre EE. UU. y Rusia en Ucrania es un recuerdo infausto para China de que, cuando los arreglos pacÃficos de las disputas internacionales no son posibles, la guerra es la mera continuación de la polÃtica y de la diplomacia por otros medios.
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