Trump, síntoma y causa de un mundo nuevo

NB: Este artículo fue publicado anteriormente en El Economista.

El mundo vive cambios estructurales, dado que el momento unipolar surgido de la disolución de la Unión Soviética concluyó hace tiempo.

Ese entorno desaparecido era en el que Estados Unidos (EE. UU.) no tenía competidores globales que le disputaran su liderazgo universal y en el que Washington podía decirle a cualquier país qué es lo que debía hacer.

El planeta cuenta hoy con una distribución y con un equilibrio de poderes diferentes.

EE. UU. tiene en China un par económico y tecnológico, que está plenamente integrado en la economía mundial y en sus cadenas globales de valor y de suministro como nunca estuvo su anterior rival, la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas.

EE. UU. está obligado a realizar ajustes a su política exterior de las tres décadas pasadas y establecer prioridades claras sobre cuáles son las regiones a las que debe prestar atención primordial, ya que no puede seguir actuando como si fuera el policía del mundo.

El mundo se está convirtiendo en multipolar de forma muy marcada y los poderes regionales o medianos crecen en influencia hasta el punto de que están comenzar a retar los intereses estadounidenses en determinadas partes del planeta.

Este panorama nuevo está afectando, entre otros, a Europa y a Rusia.

Europa lucha desesperadamente por atar el compromiso de EE. UU. con su seguridad.

Los europeos intentan alcanzar ese objetivo a través de una Organización del Tratado del Atlántico Norte, que, hasta ahora, fue una herramienta de bajo coste para aquellos, y de la presencia de bases y de soldados estadounidenses en el Viejo Continente.

Los gobernantes de la Unión Europea y de algunos de sus países siguen viviendo en la ilusión infantil de que lo que el presidente Donald J. Trump (DJT) representa políticamente será pasajero y que, más pronto que tarde, todo volverá a la normalidad anterior.

Rusia necesita que Europa entienda que debe ser parte de esa redefinición necesaria de la arquitectura de seguridad europea, como nación euroasiática y primera potencia nuclear del mundo que es.

Moscú espera que el presidente DJT entienda que la extinción del momento unipolar abre la oportunidad para que EE. UU. y China se sumen en un reparto del mundo en zonas de influencia, al que se llegue de forma pacífica y a través de la diplomacia.

La deuda de EE. UU. supera los $37 billones y la política exterior de cualquier país no solo depende de sus intenciones, sino, además, de sus capacidades, es decir, de sus recursos, que en el caso estadounidense son más limitados que en las décadas pasadas.

Estas razones económicas son un factor interno poderoso en la reorientación de la política exterior de EE. UU. en el comienzo del segundo cuarto del siglo XXI.

Los cambios necesarios en la política exterior estadounidense están conectados con estos cambios estructurales que están sucediendo en el mundo y que van más allá de la personalidad o del estilo del presidente de EE. UU.