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Febrero de 2022 y el mundo por venir

Febrero de 2022 y el mundo por venir
Columna de carros de combate rusos entrando en Mariupol, marzo de 2022.
Jorge Cachinero el

Los últimos 30 años de la historia del mundo han estado presididos por la hegemonía proclamada y efectiva de Occidente, en general, y de Estados Unidos (EE. UU.), en particular, como líder indiscutible de éste.

Asimismo, durante una gran parte de este tiempo, la Federación Rusa, surgida del colapso de la Unión Soviética, el 31 de diciembre de 1991, apostó por balancearse, en complemento simultáneo a su vocación asiática, hacia Europa, de la que se siente parte y con la que el Zar Pyotr Alekseyevich o Pedro I el Grande (1672-1725) hizo un esfuerzo de acercamiento y de conocimiento a través de sus dos viajes largos -fue el primer zar ruso que salió de su país y visitó países europeos- en 1697 y en 1698, en el marco de su llamada “Gran Embajada“, y en 1716 y en 1717, tras los que regresó a Rusia decidido a occidentalizarla.

Pedro I el Grande de Rusia (d) sujeta en sus brazos a Luis XV de Francia (i), durante la visita de éste al primero, con motivo de la segunda gira europea del Zar ruso, Palacio Lesdiguières, Grenoble, Francia, 10 de mayo 1717.

El comienzo, el 24 de febrero de 2022, de la llamada operación militar especial de Rusia en Ucrania ha supuesto un antes y un después en esa relación de Rusia con Europa.

Rusia se encontró en esa fecha con una bifurcación en el camino de esa historia compartida con Europa y, tras la decepción profunda que sus dirigentes dicen sentir por el menosprecio recibido, después de años de intentos de aproximación a Occidente, que incluyeron una solicitud formal, no aceptada, de incorporarse a la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), y después de comprobar que sus intereses de seguridad no eran tomados en consideración por Occidente, más bien lo contrario, parece haber optado por la ruta del distanciamiento progresivo de Europa.

Los dirigentes actuales de Rusia, con el apoyo de una mayoría aplastante de sus ciudadanos, por lo que muestran las encuestas públicas realizadas por institutos independientes y no vinculados al gobierno ruso, expresan su hartazgo hacia una relación que han mantenido con Europa y con Occidente, en general, y que describen como de suma cero.

Por ello, en Rusia, hoy, no hay apetito para mantener vínculos con Europa, aún mucho menos, de carácter preferencial o exclusivo, y las opiniones oscilan dentro de un espectro que va desde las que manifiestan su deseo por un divorcio sin vuelta atrás –“Europa no es ni asunto nuestro, ni nuestro problema”, se dice en Moscú- hasta las que consideran que Occidente se merece y necesita ser derrotado militarmente.

Febrero de 2022 pasará a la historia como el momento en el que se hicieron visibles tres tendencias, en el plano geopolítico global, que estaban pugnando por materializarse durante los últimos años.

  1. En primer lugar, y por segunda vez desde el hundimiento de la Unión Soviética, Rusia se encuentra ante la posibilidad de independizarse estratégica, militar, económica y socialmente de Europa y de Occidente para, en cambio, proyectar su vocación euroasiática hacia el este, hacia Asia.
  2. Además, el mundo se encuentra en un momento en el que parece disiparse el mito de la unipolaridad, gracias a la cual el hegemon, EE. UU., hasta ahora, se venía haciendo responsable de todos los problemas del planeta a los que intentaba dar solución de acuerdo con su cosmovisión particular y con sus intereses propios.
  3. Por último, la multipolaridad que podría nacer de esta transformación histórica plantea un número enorme de incógnitas y de incertidumbres.

Entre estas últimas, por ejemplo, se encuentra el saber si esta incipiente multipolaridad será capaz de dotar al mundo por emerger de una institucionalidad en lo económico, en lo político e, incluso, en lo humanitario, de forma similar a las instituciones de las que se dotó el sistema unipolar nacido a la finalización de la II Guerra Mundial -por mucho que tuviera, desde entonces hasta 1991, como adversario a la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS)- y que fue reforzado tras el hundimiento de ésta, tal es el caso del Banco Mundial (BM), el Fondo Monetario Internacional (FMI) o la OTAN, por citar algunas.

  • ¿Será el agrupamiento de los países llamados BRICS -iniciales de Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica, sus actuales miembros- el núcleo central de esa nueva organización del mundo, en un momento en el que naciones como Arabia Saudí, Argentina, Irán o México han mostrado interés en incorporarse a éste?
Cumbre BRICS 2020, Rusia (i a d), Putin, Xi, Bolsonaro, Ramaphosa, Modi.
  • ¿La iniciativa de China en favor de la denominada como la nueva ruta de la sedaBelt and Road Initiative (BRI), en inglés- será la columna vertebral económica de dicha multipolaridad?
  • ¿El espacio euroasiático, que subyace a la “relación sin límites” -como le gusta definirla a los portavoces del gobierno chino- entre Rusia y China, será el pivote geográfico de la historia futura, confirmando, así, las tesis de Halford John Mackinder, expuestas en su The Geographical Pivot of History, de 1904?

Son demasiadas las incógnitas del momento presente lo que convierten el actual cruce de caminos en el que se encuentra el mundo en un período de muchos riesgos.

En cierta medida, la situación actual tiene ciertos paralelismos con la crisis que se generó con el despliegue por parte de la URSS de misiles en la isla de Cuba, en 1962, como respuesta al despliegue similar previo que la OTAN había realizado en Turquía, en el flanco sur de la URSS.

La gran diferencia entre aquellos años y la situación vigente es que los dirigentes que resolvieron aquel trance alarmante -Khrushchev, por la URSS, y Kennedy, por EE. UU.-, al ponerse de acuerdo en intercambiar la retirada de unos misiles por otros, eran, con todos sus defectos, consustanciales a la naturaleza humana, sobre todo, maduros, racionales y responsables.

Kennedy (i), Khrushchev (d).

Esa no es, desgraciadamente, la situación actual, en Occidente, al menos.

El mejor preparado y más competente de todos los líderes occidentales de los últimos tiempos, Mario Draghi, el único que no era un político profesional, encontró una excusa conveniente, por un asunto menor, para retirarse del proscenio al ver el curso que tomaban los acontecimientos.

Sin embargo, la dimisión forzada de Boris Johnson y su sustitución por Liz Truss no auguran expectativas de mejoras notables en la calidad del liderazgo del Reino Unido.

En cuanto a EE. UU., más allá del daño que el actual gobierno está causando a su país, no es racional imaginar que, tras el desastre del año pasado en Afganistán, Biden y su equipo, en el mejor de los casos, vayan a cambiar el curso de su política en Ucrania antes de que se celebren las elecciones de mitad de mandato, en noviembre de este año, para no parecer demasiado débiles.

La resolución -el cuándo y el cómo- del conflicto en Ucrania es otra fuente de incertidumbres.

Dicho enfrentamiento ha mostrado, de forma suplementaria, práctica y directa, indicaciones de cómo podría ser el mundo nuevo porque se están produciendo cambios sustanciales, por ejemplo, en el aspecto militar, como en tantos otros, ya que el desarrollo y la aplicación de tecnologías avanzadas están transformando el campo de batalla o, en el ámbito financiero, dado que la respuesta de Rusia a las sanciones económicas que le han sido impuestas desde Occidente está cuestionando el dominio del dólar como moneda de referencia universal para las transacciones comerciales, por el momento, al menos.

Fragata rusa lanza un misil de crucero 3M-14T “Kalibr” de ataque terrestre, Mar Caspio.

La transición, si se culmina, al final, a un orden y a un sistema globales totalmente nuevos no está garantizada ya que está siendo sometida a una pugna esperable entre los diversos actores involucrados.

Por un lado, Occidente está tratando de consolidar y ampliar el marco actual del modelo unipolar.

Así, en la Cumbre OTAN 2022, celebrada en Madrid en junio, Japón y Australia fueron invitados y, en Asia, los países que dieron luz al nuevo entendimiento que representa AUKUS -iniciales de los nombres originales de Australia, del Reino Unido y de EE. UU.- quieren extenderlo en aquel continente.

Este impulso de refuerzo y de consolidación de las instituciones de la unipolaridad es al que Rusia ha hecho frente al retar a EE. UU. y a su papel como líder de dicho mundo y como hegemon universal.

En realidad, el conflicto en Ucrania no es más que un enfrentamiento entre EE. UU. y la OTAN, de un lado, y Rusia, del otro, con muchos otros actores estatales observando y esperando una resolución que todavía no tiene final a la vista.

Por el momento, lo que puede afirmarse es que los objetivos de Occidente de disuadir, de debilitar y de causar a Rusia una hemorragia que no pudiera pararse no sólo han fracasado, sino que la voluntad de ésta de hacer frente al desafío estadounidense es lo que está sacudiendo los cimientos del mundo unipolar y abriendo la posibilidad al surgimiento de uno nuevo por diseñar y, todavía, sin reglas fijadas.

En lo económico, China puede ser la gran beneficiaria de esta sacudida.

 

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