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El momento “Wag the Dog” de Biden y de Sullivan

El momento “Wag the Dog” de Biden y de Sullivan
Jake Sullivan
Jorge Cachinero el

El Asesor de Seguridad Nacional –National Security Advisor, en inglés- de Biden, Jake Sullivan, informó al mundo, el pasado 11 de febrero, que la Federación Rusa invadirá Ucrania el 16 de febrero.

Obviamente, esta información de servicio público es siempre bienvenida y muy de agradecer.

Desgraciadamente, el que Sullivan no haya sido capaz de informar de la hora exacta de esa invasión y sobre si las divisiones de carros de combate rusos van a utilizar, para dicho propósito, autopistas de peaje o carreteras nacionales -la verdad es que el gasto de utilizar las primeras se pondría en un pico, dado el número de divisiones de carros de Rusia que, al parecer, van a circular por el territorio de Ucrania- es una muestra de la decadencia progresiva de la hegemonía mundial de Estados Unidos (EE. UU.) y coloca en una situación de incertidumbre a aquellas personas del planeta Tierra que tengan programadas para los miércoles sus sesiones de pilates.

Afortunadamente, ilustres analistas españoles de política internacional nos han explicado que la elección de esa fecha tiene que ver con el grosor del hielo que adquiere el suelo de las llanuras del Donbas, que, a mitad de febrero, suele estar al dente para que sobre él circulen, sin contratiempo, las divisiones acorazadas del Ejército ruso.

Es de suponer que dichas descripciones están basadas en las experiencias personales de estos analistas, después de años de paseos bucólicos e interminables sobre las planicies de la Ucrania oriental, en mitad del invierno, durante los que habrán desarrollado un fino sentido para interpretar la dureza del hielo, por debajo de la nieve, sólo al oír cómo cruje ésta cuando se pisa con un par de chirucas.

Es sabido, por otra parte, que, en la doctrina militar rusa, desde los tiempos imperiales, las invasiones terrestres de Ucrania, en invierno, están catalogadas, en función del estado del terreno, en tres tipos: poco hechas -недопеченный-, muy hechas -очень сделано- y al punto -к делу-.

En estos días, de forma simultánea al ajetreo al que debe estar sometido con sus predicciones guerreras, se están conociendo más detalles, algunos, muy interesantes, sobre la trayectoria y sobre las hazañas de Jake Sullivan.

El mismo 11 de febrero en el que Sullivan avisaba, detalladamente, de los planes de Rusia para invadir Ucrania, se hicieron públicos documentos del fiscal especial estadounidense, John Durham, que revelan que los abogados de la campaña electoral presidencial de Hillary Clinton, en 2016, pagaron a una empresa tecnológica para “infiltrarse” en los servidores de la Trump Tower, en la ciudad de Nueva York, y acceder a información privada del candidato republicano en aquellas elecciones, Donald J. Trump, para fabricar -y ser utilizada por los demócratas, por la prensa e, incluso, por el gobierno federal durante aquella campaña- la historia, que se demostró falsa, de que Trump era un agente al servicio de Rusia.

Aquella actitud criminal no terminó con la campaña electoral de 2016, ya que, aún más grave, ese espionaje, de acuerdo con los documentos de Durham, continuó una vez que Donald Trump comenzó a ejercer sus responsabilidades como presidente de EE. UU.

John Durham

El sujeto operativo que estuvo en el centro de todas aquellas actuaciones ilegales, al servicio de los intereses de la campaña de Hillary Clinton, fue Jake Sullivan, quien había trabajado, previamente, como director de planificación política del presidente Barack Obama, entre 2011 y 2013, y como asesor de seguridad nacional de Biden, cuando fue vicepresidente de Obama, entre 2013 y 2014, puesto en el que sucedió a Anthony Blinken, actual secretario del Departamento de Estado estadounidense.

En EE. UU., este es un escándalo que ya es calificado como “más grande que el Watergate“.

Edificio Watergate, Washington, D.C., 1972

El escándalo “Watergate” fue una acción criminal que se realizó desde la presidencia de EE. UU. contra el partido demócrata en la oposición.

Comenzó, en la madrugada del 17 de junio de 1972, cuando varios ladrones fueron detenidos en la oficina del Comité Nacional Demócrata, situada en el complejo de edificios Watergate, en Washington, D.C.

No se trató de un robo fracasado cualquiera.

Eran criminales al servicio del poder, que estaban relacionados con la campaña de reelección del presidente Richard Nixon y que fueron sorprendidos interviniendo teléfonos y robando documentos.

Richard Nixon

Nixon reaccionó tomando medidas agresivas para encubrir los delitos, pero, cuando los periodistas de The Washington Post, Bob Woodward y Carl Bernstein, revelaron su papel en la conspiración, Nixon dimitió el 9 de agosto de 1974.

Lo que muestran los documentos del fiscal especial John Durham es aún más siniestro que el escándalo “Watergate”.

El equipo de campaña de Hillary Clinton, liderado por Jake Sullivan, sustrajeron, de forma encubierta, información del entonces candidato presidencial Donald J. Trump, obtenida a través de la minería de datos, y orquestaron la mentira de que Trump se comunicaba, en secreto, con el banco ruso Alfa y, que, por tanto, a través de éste, recibía instrucciones de Vladimir Putin, de quien era agente.

Con toda esta información, además, se fabricó, por los demócratas, la primera impugnación –impeachment, en inglés- contra el presidente Trump, que fracasó, igual que sucedió con la segunda.

Si, en el escándalo Watergate, las actividades criminales se realizaban desde el poder para dañar al partido de la oposición, las presuntas actividades criminales que investiga Durham se llevaron a cabo desde la oposición, en complicidad con una gran compañía tecnológica, para subvertir el resultado de las elecciones estadounidenses, es decir, el mandato de la soberanía nacional, y para espiar al propio presidente de EE. UU., algo desconocido en la historia de la nación.

Son pertinentes, por tanto, las preguntas sobre si se puede confiar en que Jake Sullivan sea honesto sobre las amenazas pretendidas a las que se enfrenta EE. UU., cuando, al parecer, es culpable de fabricar mentiras con un interés político tan siniestro, y si su anuncio del pasado 11 de febrero sobre los planes bélicos de Rusia estaban relacionados con el conocimiento, que, entonces, ya debía tener, de que la información del fiscal especial Durham iba a hacerse pública.

Rusia ha reiterado, incansablemente, desde hace semanas, que no va a invadir Ucrania y que las demandas que ha planteado a EE. UU. y a la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) tienen que ver con sus exigencias de firma de tratados, de obligación legal para las partes firmantes, de seguridad mutua y para la del continente europeo, que es algo, por otra parte, más ambicioso que la situación interna de Ucrania.

En 1997, Barry Levinson dirigió “Wag the Dog”, una película de ficción extraordinaria, hilarante e inquietante, a la vez, dirigida por Barry Levinson, sobre un guión de David Mamet, y protagonizada brillantemente por Robert De Niro y Dustin Hoffman.

Wag the Dog

Wag the Dog” es la historia de un presidente de EE. UU., atrapado en un escándalo sexual, a punto de ser revelado.

El presidente se ve en la necesidad de contratar a un asesor externo de comunicación –spin doctor, en inglés-, Robert De Niro, quien le aconseja al presidente que organice una guerra ficticia en Albania -realizada, íntegramente, en estudios de televisión, por un productor, Dustin Hoffman, contratado en Hollywood por De Niro-, con el objetivo de desviar la atención de la opinión pública de su escándalo sexual a punto de ser conocido.

La película se estrenó en 1997, es decir, un mes antes de que la opinión pública estadounidense conociera el escándalo de la relación sexual entre el presidente Bill Clinton y la joven integrante de su equipo, Mónica Lewinsky, un año antes del bombardeo estadounidense de Sudán y de Iraq, en 1998, en vísperas del comienzo de la impugnación contra el presidente Clinton por el anterior escándalo y dos años antes del bombardeo de la OTAN, en 1999, contra la República Federal de Yugoslavia.

Bill Clinton (i), Monica Lewinsky (d)

Wag the Dog” invirtió el tópico tradicional que afirma que la ficción se parece tanto a la realidad, de tal forma que, en la política estadounidense, a veces, hay que estar preparados para que la realidad se parezca tanto a la ficción.

¿Cuánto necesitarán Biden y Jake Sullivan su “wag the dog” para hacer olvidar a los estadounidenses sus fechorías, las encuestas demoledoras sobre la desaprobación de la gestión del actual gobierno, en un año de elecciones de mitad de mandato, los problemas cognitivos de Biden o la información que sigue saliendo sobre la dudosa legitimidad del resultado electoral de las elecciones presidenciales de 2020?

Vladimir Putin parece, en cambio, estar embarcado en una operación psicológica –psyop, en inglés-, de largo alcance y muy ambiciosa, en la que Ucrania es, relativamente, un asunto menor, y para cuyo desarrollo tiene paciencia sobrada y tiempo por delante.

Vladimir Putin

 

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