El activista antirracista (así viene en Google) Moha Gerehou es una persona importante porque es casi un pionero en la lucha por la raza negra en España. Por razones obvias, en esto tiene un cierto poder de monopolio. Por mucho que quieran, algunos y algunas ahí van a poder rascar poquito. Por eso, Moha, si se lo monta bien, tiene un futuro inmenso. Es como si se hubiera quedado con la exclusiva para España de la Thermomix. Tiene la patente política del futuro.
Mientras la PSOE trae un BLM, el papel de Moha es ser crítico con las situaciones de desigualdad racial e informar bien de las realidades que no conocemos. En una entrevista ha dicho, por ejemplo, que el estereotipo sexual de ‘los negros tienen un pene grande’ les deshumaniza, y en esto solo cabe solidarizarse con él, porque es algo que conoce bien cualquiera que haya sufrido ese estigma. La vida cambia, ciertamente, cuando sospechan eso de uno. Cuando, como dice él, te tienen por “un animal sexual”. Cuando solo ven en ti la bestia del sexo que no tienes culpa de ser.
Pero si ya es difícil vivir cosificado y con ese sambenito (que algunos sobrellevamos con resignación), tenerlo por prejuicio racial ha de ser tremendo. ¿Y si luego no es el caso? Las decepciones de la contraparte han de ser muy grandes, las peticiones de responsabilidad. Han de producirse escenas desagradables, porque el prejuicio sexual enlaza directamente con la inclinación o el fetichismo.
¿Y si por nuestra simple impronta socialdemócrata (incorregible) pensaran ya de nosotros que somos, por ejemplo, grandes cunnilingüistas y amantes paritarios? Decepciones muy grandes habría, mucho reproche.
Los hombres de color se enfrentan, y esto es así, a un marco de virilidad distinta. En la cultura de EEUU, los negros suelen ser viriles o muy viriles. La música, la estética, los deportes, la sexualidad. En cierto modo, opera en ellos una cierta dispensa, como una condescendencia por parte del mundo liberal blanco, que normativiza la nueva masculinidad, pero permite en ellos otro estándar. Por eso los jóvenes optan por el rap. Es fuerte, violento y sexualizado. Pussy p’arriba, pussy p’abajo.
Estas cosas las ha de explicar bien Moha porque aquí los problemas de la hipervirilidad los conocemos solo unos pocos. Moha ha interseccionado bien el problema racial con el problema de los muy-hombres, y con eso nos ha hecho un gran favor. Nos ha dado la esperanza de una voz. Hemos intuido una posible política de identidad. ¡Este woke sí! ¡A esta interseccionalidad yo sí me apunto! Moha, en genialidad política hispana, ha abierto una vía para interseccionar la teoría crítica de la raza con el problema del macho español como minoría cosificada en entornos ya claramente dominados narrativamente por la mujer.