En relación con la irrupción de VOX se ha observado sobre todo miedo. Gran parte de los artículos previos y posteriores a la noche electoral han ido destinados a producir miedo. A la pura producción de miedo. Halloween, cuentos góticos, guiones de la Hammer.
Lo hizo Podemos, era natural, pero también un tipo de intelectual, periodista, político o simplemente ser humano que se dice defensor de los valores liberales: el autoproclamado demoliberal, custodio y tesorero de los valores occidentales.
En estos liberales de guardia lo que se percibe, sobre todas las cosas, es miedo. Miedo a la derecha y miedo a la izquierda. Miedo al fascismo y miedo al comunismo. Están como en el meridiano de Greenwich de la ideología y todo lo que no pase por ahí nos llevará por un tobogán a los años 30.
En la derecha hay expertos en miedo al comunismo (todos ellos ex-comunistas), personas capaces de detectar comunismo en un giro verbal, en una frase, en un actor, en una tendencia, en un bando municipal. Una alta sensibilidad anticomunista. Son prodigios de eso. Personas especializadas.
En la izquierda hay, a su vez, expertos en detectar fascismo. Algunos fueron ellos mismos fascistas en su tiempo, pero a muchos no les dio tiempo. Detectar el fascismo se ha convertido en una profesión. En cierto modo, ser “detector de fascismo” es mejor que estudiar, porque es una capacidad graciosamente reconocida a unas personas sobre otras, no tanto por conocimientos como por sensibilidad. No es necesario ser catedrático de nada, hay profesiones que están dotadas en sí mismas de esa habilidad olfativa, como si fuera un superpoder: los periodistas y los artistas.
Se agradece esta labor de centinela. En los años 40 había un Zweig, ahora hay tres mil, y eso no puede ser malo, pero ese centrismo liberal que se dice demoliberal es más liberal que demo. Teme tanto y tiene tanta sensibilidad para temer que después de meter miedo acaba riñendo o insultando al votante. “¿Pero qué me están votando ustedes? ¡Que se me salen de madre!”. Los texanos de Trump o los votantes de VOX en Almería no leen a nuestros liberales de monóculo, votan a su antojo y luego son reprendidos por ello. Ignorantes o faltos de la debida doctrina, votan con sus intereses, con “bajas pasiones” o “sentimentalmente”. No se enteran, no están en lo que tienen que estar (que es siempre lo que hay y nada más que lo que hay).
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