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Amigos liberales, un poquito de por favor

Amigos liberales, un poquito de por favor
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Estaba yo preocupado por la situación de los “liberalios” tras la debacle de Ciudadanos. Tonto soy por preocuparme. Ya han encontrado ocupación y forma de reinventarse: el más fiero antipedrismo (actitividad fácil, por otra parte) y la medición de hombres de Estado. Se han dedicado frenéticamente a pedir hombres de estado, gestos de Estado, actos de Estado. Ellos saben diferenciar al hombre de Estado del que no lo es. Son como San Pedro a las puertas de la Estatalía, son sastres del Savile Row de lo estatal tomando la medida del pechamen político.
Entonces, fundamentalmente, estos vigilantes liberales de nuestra actualidad están empeñados en propiciar Pactos de Estado, como Celestinas de la gobernabilidad.
Esto es respetable y hasta comprensible, y en algo tienen que volcar su talento, pero se percibe junto a ello un leve airecillo de deslegitimación del otro. Si dan los números, y sus votantes quieren, ¿por qué no puede constituirse un gobierno de izquierdas o frankensteiniano, como lo llaman? ¿No tenemos una Constitución, un Tribunal Supremo y otro Constitucional y unas institucions que son la caraba en bicicleta?
Podremos coincidir en lo poco prometedor que resulta una coalición como las que se intuyen, pero las actitudes LIBERALES deberían ser de respeto, fair play, y paciencia. O sea, deberían mirar como mira Rafa Nadal (su idolatradado Nadal) cuando el rival va a sacar y se demora. No sé, soplar, estirarse es slip, balancearse sobre las rodillas… pero en una expectativa respetuosa.
Pero estos liberales son de una urgencia e inelegancia absoluta, desautorizan por completo cualquier pacto de la izquierda y consideran que la único tolerable es la concentración o, como propone Margallo hoy en su Tercera en ABC, un gobierno de salvación nacional (mas bien estatal, salvación estatal). García Margallo es del PP y casualmente la salvación nacional pasa por el PP. Hombre, sentido tiene. Sobre todo para él.
Pero ¿es esto liberal? Dejo aquí a los liberales piriodísticos y paso al estrictamente político. Los liberales se tienen por delgados riachuelos de agua cristalina y purísima que discurren entre abruptas montañas alpinas que serían los populismos.
Los de izquirdas llaman a los de derechas fascistas.
Los de derechas responden llamándoles comunistas.
Los centroliberales (perdón, es mi obsesión del trimestre) ni una ni otra: despachan a unos y a otros como populistas. Y cuando pensábamos que el populismo era un problema de maneras, de no saber estar a la mesa, resulta que también hay algo de fondo que los hace indeseables para el gobierno.
Vox no, por Dios, ¡por Dios! Podemos tampoco, “¡mira cómo está Madrid!”; a Margallo no le gustan los anticapitalistas gaditanos ni la burguesía nacionalista vasca, ni los delirantes catalanes independentistas, ni la izquierda de Podemos ni la de Errejón… Pero entonces, ¿qué le gusta? ¿quién puede gobernar?
Si no discuto que Margallo tenga razón, pero… ¿qué país es uno en el que toda esa gente no debe gobernar aunque puedan? ¿Qué país es uno en el que si no ganan o PP o PSOE deben fundirse PP y PSOE hasta ganar?
Lo que escandaliza es el rapidísimo tránsito del optimismo institucional a la Concentración Nacional.
Escuchando y leyendo estos días parece claro que aquí solo pueden gobernar ellos. EL PP y/o el PSOE, si acaso con la muleta de Rivera, condenado a salir de la historia por negarse a ello.
Esto deberían recogerlo en la Constitución o escribirlo en algún sitio: quiénes pueden gobernar.
El nuevo 155. “Si todo va mal y todo sale mal, se apretará un botón y entrará en escena la coalición PP-PSOE”.
¿Qué sistema o idea de España es ésta en la que solo podemos avanzar concentrando los poderes y además concentrando los partidos? ¿No falla algo?
Sin entrar en la propuesta de la Concentración Nacional (es mediodía y me queda mucho tajo hoy de textos por perpetrar, ¡y un España-Malta!) dejo constancia aquí de mi estupor y de mi decepción ante el comportamiento de estos liberales tan comprensivos, tan tolerantes, tan abiertos a la izquierda y el diálogo, tan permeados de tolerancia y pactismo que, ante la posibilidad de un gobierno legítimo del Otro, ya andan pidiendo las sales y la Concentración.

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