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Aerolíneas Federales

Aerolíneas Federales
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Pudo ser sólo un desliz, o una comparación no muy feliz, pero era lo que faltaba. “Madrid es como un distrito federal”, dijo Ayuso, presidenta de la Comunidad, después o antes de esas extrañas disquisiciones “esperancistas” sobre la naturaleza y el carácter de Madrid (rompeolas, libérrima, gran intercambiador de la España democrática…).
Nos faltaba el Distrito Federal. EL DF. La reunión con Pedro Sánchez adoptó el aparato escénico de gran cumbre entre potencias, ya habitual cada vez que el presidente se reúne con algún “homólogo” autonómico. Venga banderas y bilateralidad, pero no un poco, bilateralidad a cascoporro, con mucho poderío. Que no se diga. Parecen potencias nucleares firmando una distensión planetaria.
Entre las muchas interpretaciones del acto-acontecimiento, una puede ser que Ayuso le regaló a Sánchez otra ocasión para darnos un discurso. Diré discurso pero suena mejor “speech” (espich). EL sábado lo había hecho en la Sexta, y allí volvió a resaltar esa nueva dimensión de su presidencia: “Estamos para ayudar a cada territorio”. Habla como Trump, como el presidente de un gobierno federal. “Este gobierno cree en el Título VIII”, como una providencia que no sabremos lo que nos traerá en su infinito desarrollo. Porque el Título VIII, en su no parar de crecer, en su gigantismo, es lo que nos lleva y nos trae, y Sánchez cree en ello salga del parto lo que salga, en consonancia con la Declaración socialista de Granada que ya le ha puesto la cunita al monstruito federal asimétrico.
A Sánchez no le importa nada parecer como un presidente auxiliar, menguado fontanero al rescate, presidente-líbero o escoba, y reunirse con todo el virreinato tantas veces como haga falta creando una arborescencia de comisiones y órganos de diálogo. Sánchez ha acreditado flexibiliad suficiente, y este protofederalismo, esta especie de ensayo en la gestión de la crisis, es un disfraz de Mortadelo más, absolutamente estratégico, un ardid para “socializar” las críticas. Le sirve para eso, pero también es una representación creciente de una España más allá de lo autonómico. Una especie de adelanto. Al fondo, el PSC, las ideas territoriales de Podemos y el entendimiento con las oligarquías vascas y catalanas. Para ese entendimiento hipotético, la carcasa histórica (nueva Transición, estatalización de la momia franquista) ya se está fabricando, está mucho más avanzada en los últimos meses.
Pero no ha sido sólo esta fase sanchista de gestión cuasifederal de la pandemia, es que el PP lanza señales extrañas. Madrid “distrito federal”, pero sobre todo Feijóo y lo que dijo en su toma de posesión como presidente de Galicia, con Casado presente: “España es un Estado compuesto”. Días después lo repitió la presidenta del Senado, socialista aunque no afiliada.
Es un asunto teórico, y estas cosas de expertos acaban siendo un poco escolásticas, pero la aceptación total de la naturaleza compuesta del Estado sí parece relevante. Muchos expertos sostienen que ya lo somos materialmente, en la práctica. Pero no todos lo admitieron siempre. ¿Acaso no fuimos alguna vez un Estado unitario descentralizado? Francia lo es. Quizás empezamos siéndolo en el 78 y los derroteros del Título VIII (en el que hay que “creer”) nos han llevado a lo compuesto, punto en el que alguien nos dirá que no hay que tener miedo a las palabras, pero…¿quién intervino en esa decisión, en la decisión de su desarrollo? ¿Cuándo decidimos serlo? Las cosas simplemente fueron siendo, ocurrieron, hasta caer en una realidad de Estado Compuesto como lo son los Estados federales. Si materialmente ya lo somos, y ahora lo somos “escénicamente”… ¿qué queda?
El PP no es lo suficientemente tajante al respecto, y pocos recuerdan que Fraga llegó a pedir en los noventa una evolución federal para las autonomías.
La inercia nos lleva ahí, el mutante y orgánico Título VIII, motorcillo del engendro constitucional, los grandes partidos y hasta las corrientes europeas (Eurolíneas Federales, pues).
Pero estas cosas no se deciden, no se votan, el personal está claramente despistado o se deja despistar (cosa por la que empiezo a inclinarme) y la gestión del coronavirus, entre el esperpento y la negligencia, nos acostumbra la pupila (la dilata, la tónica es dilatar, siempre dilatar) a la visión de una España cómica en la que un presidente funge de gobierno federal y una presidenta de Madrid-región le responde con el DF, y los dos se reúnen con mucho aparato para ¡plof! parir otro órgano de diálogo a mayor gloria del Título VIII.

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