Volvamos a la ley que se discute en Francia. No se trata sólo de la “angustia psicosocial”, hay otros cruciales asuntos a debate como la cuestión de la parternidad. El acceso a la inseminación con esperma anónimo generalizará la reproducción asistida, debilitando seriamente el lugar de la paternidad, la realidad del padre para el niño.
Esto recuerda asombrosamente la “profecía” de Bertrand Russell sobre la desaparición del padre y su sustitución por el Estado.
En 1929, el filósofo (y muchas más cosas) inglés escribió “Matrimonio y Moral”, y en ese libro, que ni mucho menos está escrito con una perspectiva conservadora, hay un pronóstico sobre el futuro de la paternidad.
Si la familia es un hecho jurídico con origen biológico, como recuerda Russell, en su visión del futuro él ignora los cambios biológicos asociados a las tecnologías reproductivas. Su comentario tiene que ver con la regulación jurídica, y con la evolución familiar por causas sociales y políticas, no científicas. Aún obviando el adelanto en las posibilidades reproductivas, Russell tiene algunas fulgurantes visiones sobre su futuro, nuestro presente.
Para empezar, él no es contrario a la intervención del Estado, pero no siéndolo asume que la intromisión reguladora “ha venido a ser uno de los principales instrumentos para la destrucción del sistema familiar”. Primero, en claro beneficio del niño, mediante las Factory Acts, las leyes de protección para restringir el trabajo infantil en las fábricas. Regulado eso en beneficio de la infancia, contra las prerrogativas casi romanas del padre, el paso siguiente de influencia sería la instrucción obligatoria del niño. Mediante la escuela se va extendiendo gradualmente la influencia del Estado en la vida de los niños. No sólo eso. Se alimenta a los que tienen hambre, se provee de calzado a los que no tienen, se cuida de su salud, y se van reconociendo derechos a los niños, en detrimento de sus padres. “Uno de los pocos derechos que les restan a los padres de clase trabajadora es marcar a los niños con alguna superstición (…) Y aún este derecho les ha sido arrebatado a los padres en muchos países”.
Russell acierta al distinguir una división social porque este fenómeno afectaría a las clases trabajadoras y asalariadas. Entre las clases media y altas, “el padre es más importante y la familia más estable”. El acierto es pleno, esto ya ocurre. Anticipa que la tendencia del Estado a ir asumiendo la potestad y funciones del padre en la clase trabajadora, debilitándose la familia en ese estrato. Esto es una realidad en las sociedades occidentales, y especialmente es uno de los problemas de la cuestión racial en EE. UU, silenciado clamorosamente por la prensa progresista, que en lo tocante a esto es toda. La intervención asistencial en los barrios negros y el subsidio de la maternidad se realizó de manera que alteró la estructura familiar negra, proliferando las familias sin padre.
Esto lo anticipa también al hablar del papel de la mujer. El despertar feminista irá disolviendo la familiar patriarcal tradicional, considera. Será así si la mujer trabaja, y lo será también si se dedica a cuidar de los niños. Estima que una bandera del feminismo de clase obrera ha de ser que el Estado otorgue la ayuda por niño a la madre, y no al padre, perdiendo éste su papel. La prestación económica por niño, adelanta, se concederá primero a la mujer casada y luego a la soltera, transformando la moral, y “el padre no tendrá más importancia que entre perros y gatos”.
En otro punto escribe: “Es probable que en el futuro no sea posible mantener una civilización elevada, a menos de pagar a las mujeres sumas tales por la producción de sus hijos que llegue a parecerles igual que otra carrera para hacer dinero”. Russell ni se imagina aquí el efecto migratorio del internacionalismo, factor que, ahora veremos, en absoluto ignora.
El Estado va asumiendo las funciones económicas del padre, pero no sólo. También las educativas a través de la Escuela. Ahí ve uno de los problemas de esta sustitución padre-Estado (que juzga “en esencia un gran progreso”), la uniformidad. El padre quiere al niño, pero “no puede esperarse que el Estado tenga esa actitud”. Los administradores del Estado, más que los maestros, que aún pueden conservar alguna pulsión personal de tipo paternal si no están muy abrumados, considerarán al niño como medio y no como fin en sí mismo. El riesgo será la uniformidad. “Entregados los niños a merced de los establecimientos del Estado tenderán a ser todos iguales”. Los que no puedan adaptarse al patrón sufrirán “persecución” tanto de sus compañeros como de sus superiores.
Esto tendrá dos efectos: la quiebra del espíritu de muchos de los que tengan más capacidades, y la creación de una gran mayoría que, “como acierta a conformarse, estarán muy seguros de sí mismos, propensos a la persecución y serán incapaces de escuchar con paciencia ninguna idea nueva”.
Esa uniformidad al sustituirse al padre por el Estado preocupaba a Russell porque consideraba que con los Estados-nación daría lugar “a lo que llaman patriotismo” y a su destrucción mutua. El hombre cambiaría la lealtad del padre por la del Estado y la solución sería en “el establecimiento de un gobierno internacional”. Que se enseñara “en todas partes la lealtad al Super-Estado internacional y se inculcase el internacionalismo como sentimiento”. Subsistirá, no obstante, el peligro del uniformismo y la persecución al descarriado, pero no se reducirá el riesgo de guerras. “La conclusión parece ser que sustituir al padre con el Estado sería en provecho de la civilización si el Estado fuese internacional”.
Se habla de Huxley o de Orwell, pero Brtrand Russell vio claro que el Estado sustituiría al padre. “El fin biológico del padre es proteger a los hijos mientras no pueden valerse por sí solos, y cuando el Estado toma para sí esa función, el padre pierde su razón de ser”. Afectaría a las clases bajas y sería en primer lugar una sustitución de sus funciones económicas, luego de sus funciones educativas, reforzándose el proceso por el feminismo. La “estatalización” de la paternidad sería salvada por la internacionalización, en el culto al Super-Estado mundial.
Todo esto desconociendo el estado actual de las técnicas reproductivas, que permiten, lo vemos ahora en Francia, la ampliación del proceso. No es que pierda sitio el padre, es que deja de existir.