De una manera o de otra nos etiquetamos. Lo hacemos de niños, lo hacemos de adultos. Y lo hacemos de forma inconsciente. Y eso duele. Sobre todo cuando somos nosotros los etiquetados de manera negativa. Y especialmente frustrante cuando eres un niño. En la clase de Doña Tecla hay una personita, no diré sexo, que está constantemente siendo etiquetada; por los profesores, por los padres y por los alumnos que hacen lo que ven, repiten los comportamientos. Todos lo hacemos de manera inconsciente. Y eso no es bueno. Esta personita, por lo que sea, tiene la costumbre de pegar y una forma de ser traviesa. Tanto es así que reconoce el profesional docente que a veces no viene y los compañeros siguen culpando a dicha personita.
¡Qué pena! Si ponemos etiquetas no damos la oportunidad a la otra persona de que cambie. Si tú le dices de forma constante a un hijo lo torpe que es, terminará creyendo que lo es o, lo que es peor, claudicará y se dirá a sí mismo que si eso es lo que la gente espera de él, ¿para qué cambiar?
Hay una madre de mi entorno que cada vez que me la encuentro va volando de un lado para otro. Se la ve muy estresada. Pero ese no es el problema es que siempre repite el mismo mantra de su hija: es una pesada. La niña, de la edad de la mía, de tres años y medio es deliciosa. Yo la veo siempre sonriendo, jugando, se lleva genial con Doña Tecla y es amorosa, la típica que enseguida te da un abrazo, las gracias y los porfavores (se ve que la madre se lo repite mucho) Pues de la misma manera que la niña ya ha aprehendido (con hache) que hay que dar las gracias y pedir por favor, muy probablemente esté asumiendo que es una pesada. Cada vez que me lo dice me provoca un brinco en el estómago porque me recuerda a la niña que yo fui y conozco la sensación de que tu madre te critique delante de tus narices. Es, ¿cómo decirlo? bastante humillante.
No es lo mismo decir eres mala que decir has hecho esto mal. No es lo mismo decir eres una mentirosa que decir me has contado una mentira. No es lo mismo hacer una cosa que ser una cosa. Todos, sin excepción, hacemos cosas buenas y malas. Somos los padres, en el día a día y el esfuerzo constante quienes damos la seguridad a los hijos que les sostendrá para el resto de sus vidas. Las clases de inglés están muy bien, un cumpleaños con castillo hinchable mola mucho, ir a un buen colegio (pagado) es un esfuerzo de los padres, sí, todas esas cosas están muy bien pero lo que de verdad vertebra es crecer en una familia donde te sabes querido e importante, dónde se escuchan tus necesidades, tus disgustos y donde es importante tu palabra. Ojo, no confundir con ser un tirano que manda y todo el mundo obedece. No. Que no sé por qué últimamente han dejado de existir las gamas de colores.
Ser padre es un aprendizaje. Por suerte o por desgracia muchas veces nos basamos en el ensayo/error. Pero las etiquetas hay que desterrarlas de nuestro vocabulario. Porque no debemos hacer con los demás lo que no queremos para nosotros mismos.
Y créanme si les digo que si tu madre te dice que eres una pesada, al final creerás que lo eres.
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