Me declaro una madre perfectamente imperfecta. Y, para más inri, inconstante. Soy de las que empieza la dieta todos los lunes para abandonarla cada martes porque, chica, un día es un día. Lo de dejar de fumar, mejor ni hablamos. Menos mal que tener dos infantes en casa me saca la idea de caer en la tentación, pero cuando salgo a tomar algo, vive Dios que caen todos lo que entre semana no caen.
Cuando no era madre y fantaseaba sobre lo perfectísima madre que iba a ser imaginaba retoños (o retoñas) bien educados y con todos los deberes del día a día hechos. Pero he aquí la terrible realidad: los niños no vienen educados, hay que educarlos. Y para eso se necesita cariño, paciencia y constancia. Dios sólo me regaló el cariño innato que toda madre tiene a sus hijos. Del resto, ni rastro, oiga. Y claro, si una no es constante, pues qué puede hacer por dar ejemplo con rutinas diarias como: lavarse los dientes antes de acostarse. Yo sí lo hago…por pura inercia…pero reconozco que, más de una vez por vagancia y por no pelearme, las niñas se han ido a la cama sin habérselos cepillado y otras porque la pelea para que lo hagan supone llantos y un indefinido número de “me picaaaaaaa, me picaaaaaa”
Así que el otro día decidí tomar el toro por los cuernos y llevar a las retoñas a su primera revisión odontopediátrica y, oiga, ¡qué acierto! Fui a Maternatal Dental para hacer una revisión rutinaria. Lo que más me gustó es que Ana, la odontopediatra que atendió a Doña Tecla (5) y a Mofletes Prietos (3) fue cómo les explicó qué iba a hacer ella con todos esos aparatos que tanto asustan a los adultos. Ahí ya las ganó a ambas porque, en primer lugar, ver cómo una cama sube y baja según le aprietas a un botón, pues tiene su aquél. Después le explicó detalladamente a ambas que con un ganchito iba a contar las piezas dentales que hay en su boca y, para ello, primero lo hizo en los dedos, lo cual las tranquilizó.
Dicho y hecho, contó las piezas y mientras les iba diciendo en alto lo que hacía. A doña Tecla le dijo que ya se le estaban empezando a mover los dientes y que pronto se le caerían, lo que le provocó la enorme sonrisa. La sonrisa del mes, vaya. Y el cabreo de Mofletes Prietos porque ella tiene 3 y de momento no se le van a caer y eso no le hace gracia. Ella siempre quiere que le pase lo mismo que a su hermana. Les dijo que tenían muy bien la dentadura, la mordida y, alabada sea ella, les recordó que si no se cepillan los dientes 3 VECES AL DÍA, se le pondrán negros.
Nos fuimos con diploma de buenas pacientes y con un problema menos para esta inconstante madre. Antes de ir a la cama ellas mismas se cepillan, motu proprio, sus dientes. Así que mi recomendación es que, si tus hijos no se quieren cepillar los dientes prueba a llevarlos a un buen odontopediatra para que él mismo se lo recomiende. No sé qué les pasa a los hijos pero lo que les dice la gente de fuera tiene siempre mucho más valor. ¡Dónde va a parar!
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